Lenin desciende a los infiernos
Paulo Coelho
Después de hacer la Revolución Rusa, de terminar
con las diferencias de clases sociales, y dedicar su vida entera al comunismo,
Lenin finalmente murió. Por ateo y por haber perseguido a los religiosos,
termina siendo condenado al infierno.
Al llegar allí, descubre que la situación es peor
que en la Tierra: los condenados son sometidos a sufrimientos increíbles, no
hay alimentos para todos, los demonios están desorganizados, Satanás se
comporta como un rey absoluto -sin ningún respeto por sus empleados o por las
almas castigadas que sufren el suplicio eterno.
Lenin, indignado, se rebela contra la situación:
organiza marchas, hace protestas, crea sindicatos para los diablos
descontentos, promueve rebeliones. En poco tiempo, el infierno está patas para
arriba: nadie respeta más la autoridad de Satanás, los demonios piden aumento
de salarios, las sesiones de suplicio no se llevan a cabo, los encargados de
mantener encendidas las hogueras hacen huelga.
Satanás ya no sabe qué hacer: ¿cómo va a seguir funcionando su reino, si ese rebelde está subvirtiendo todas las leyes? Intenta encontrarse con él, pero Lenin, alegando que él no habla con opresores, le envía un recado a través de un comité popular, diciendo que no reconoce la autoridad del Jefe Supremo.
Satanás ya no sabe qué hacer: ¿cómo va a seguir funcionando su reino, si ese rebelde está subvirtiendo todas las leyes? Intenta encontrarse con él, pero Lenin, alegando que él no habla con opresores, le envía un recado a través de un comité popular, diciendo que no reconoce la autoridad del Jefe Supremo.
Desesperado, Satanás va al cielo a conversar con
San Pedro.
-¿Se acuerdan ustedes de ese sujeto que hizo la revolución rusa? -dijo Satanás.
-¿Se acuerdan ustedes de ese sujeto que hizo la revolución rusa? -dijo Satanás.
-Lo recordamos muy bien -respondió San Pedro. -Comunista.
Odiaba la religión.
-Es un buen hombre -insiste Satanás. -Aunque tenga
sus pecados, no merece el infierno; ¡al final, trató de luchar por un mundo más
justo! En mi opinión, él tendría que estar en el cielo.
San Pedro reflexionó unos momentos.
-Me parece que tiene usted razón -dijo finalmente.
-Todos tenemos nuestros pecados, y yo mismo llegué a negar a Cristo tres veces.
Mándelo para acá.
Loco de contento, Satanás vuelve a su casa, y envía
a Lenin directamente al cielo. En seguida, con mano de hierro y alguna
violencia, termina con los sindicatos de demonios, disuelve el comité de almas
descontentas, prohíbe las asambleas y las manifestaciones de condenados.
El infierno vuelve a ser el famoso lugar de
tormentos que siempre atemorizó a los hombres. Loco de alegría, Satanás se pone
a imaginar lo que debe estar ocurriendo en el cielo.
“¡En cualquier momento aparece San Pedro golpeando
la puerta, pidiendo que Lenin regrese!” -rió para sus adentros. “¡Ese comunista
debe haber transformado el paraíso en un lugar insoportable!”
Pasa el primer mes, pasa un año entero, y ninguna
noticia del cielo. Muerto de curiosidad, Satanás decide ir hasta allá para ver
qué está sucediendo.
Encuentra a San Pedro en la puerta del paraíso.
-¿Y cómo van las cosas por aquí? -pregunta.
-Muy bien -responde San Pedro.
-¿Pero está todo en orden?
-¡Claro! ¿Por qué no habría de estarlo?
“Este tipo debe estar fingiendo”, piensa Satanás.
“Va a querer mandarme a Lenin de vuelta”.
-Escucha, San Pedro, ¿ese comunista que te mandé,
se ha portado bien?
-¡Muy bien!
-¿No hubo anarquía?
-Por el contrario. Los ángeles son más libres que
nunca, las almas hacen lo que les viene en gana, los santos pueden entrar y
salir sin marcar horario.
-Y Dios, ¿no protesta por este exceso de libertad?
San Pedro mira, con un poco de lástima, al pobre
diablo que tiene delante.
-¿Dios? Camarada, ¡Dios no existe!
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