El proceso de escritura




By Betty  Flowers

"¿Cuál es la parte más difícil de la escritura?" pregunto el primer día de clases. "Comenzar", dice alguien. "No, no es comenzar" corrige una voz que sale de atrás "es continuar una vez que has comenzado. Siempre puedo escribir una o dos oraciones pero entonces me tranco"."¿Por qué?" pregunto yo. "No lo sé. Estoy escribiendo seguido y de pronto me doy cuenta de lo horrible que es y lo rompo. Entonces comienzo de nuevo y luego de escribir dos oraciones me sucede lo mismo”.  

Cuatro etapas: loco, arquitecto, carpintero y juez 

Entonces explico lo que pasa cuando ustedes se atascan es que dos energías están trabadas, empujándose una a otra. Una es la energía de lo que llamar su loco. Él está lleno de ideas, escribe alocadamente y con descuido, se deja llevar por el entusiasmo o la rabia y, si realmente se le deja suelto, podría producir diez páginas en una hora. La segunda energía es una clase de crítica a la que llamar el juez. Él ha recibido una buena instrucción y reconoce una oración incompleta cuando ve una. Leerá lo que ustedes han escrito y dice "Eso es unabasura” con tal autoridad que el loco pierde su confianza y se achica. Ustedes saben que el juez está en lo cierto, después de todo,el habla con la voz del más dominante de sus profesores de lengua. Sin embargo, él no puede crear nada. Por eso, cada vez que su loco empieza a escribir, su juez les cae encima.


La escritura es tan completa e involucra tantas habilidades afectivas, mentales y visuales que sentarse delante de una hoja enblanco algunas veces puede parecer el trabajo más difícil. Cualquier placer que existe en el proceso de escritura puede producirse solo cuando las energías están fluyendo libremente, cuando no están trancados o atascados. El truco para no trancarse consiste en separar las energías. Si permiten que el juez con su crítica intimidante se acerque mucho al loco, a sus juguetonas y creativas energías, las ideas que forman la base de su escritura nunca tendrán oportunidad de surgir. Pero ustedes no pueden simplementebotar al juez. El chorro de ideas subjetivas y personales de su loco debe ser equilibrado por la visión operspectiva impersonal del crítico instruido que está dentro de ustedes. La escritura no es solamente autoexpresión, es también comunicación. Por lo tanto, comiencen por prometerle a su juez que ustedes encontrarán el momento de pedirle su opinión, pero no ahora. Luego dejen que la energía del loco fluya.

Encuentren qué les interesa del tema, la pregunta o emoción que suscita en ustedes y respondan como responderían a un amigo o a un enemigo. Hable con en el papel, página tras página, y no se detengan a juzgar o corregir oraciones. Luego, quizás después de un tiempo determinado, deténganse, recojan los papeles y esperen un día. 

A la semana siguiente pidan a su arquitecto que entre. Éste leerá las desenfrenadas notas de la noche anterior y elegirá quizás la décima parte de ellas como relevantes o interesantes. Y ustedes se darán cuenta inmediatamente de que el arquitecto no es un sentimental, no va a guardar cada miguita de lo que el loco escribió  para la posteridad. Su trabajo es sencillamente seleccionar grandes trozos de material y organizarlos en un patrón que pueda tener una secuencia lógica. El arquitecto piensa en términos amplios, organizativos, a nivel de párrafo, no se preocupa por la estructura de las oraciones. No, la estructura de las oraciones se la deja al carpintero, quien entra después de que el escrito ha sido cortado en grandes trozos de ideas relacionadas. El carpintero une esas ideas en una secuencia, asegurándose de que cada oración esté escrita con claridad, contribuya al razonamiento del párrafo y conduzca con armonía a la siguiente oración. Cuando el carpintero termina, el escrito debe quedar pulido y compacto. Entonces el juez viene a inspeccionar la puntuación, la ortografía, la gramática, el vocabulario, el tono y todos los detalles que dan como resultado un escrito elegante se tornan importantes solamente en esta última etapa. Los detalles no le conciernen al loco que crea las ideas, ni al arquitecto que las organiza, ni al carpintero que las une oración por oración. Guarden los detalles para el juez.

¿Por qué toda esta dramatización del proceso de escritura? ¿Qué ventajas ofrece este esquema? Creo que por lo menos ocho:

  1. Separa la tarea de escribir en etapas manejables y permite gozar de cada una de ellas. Muestra al estudiante cómo hacer una cosa cada vez
  2. Evita el conflicto que surge con frecuencia cuando un estudiante trata de escribir para una figura de autoridad. El niño aplicado, a veces, entrega una prosa escrita en forma correcta, pero seca y sin la chispa de la creatividad personal. El estudiante más rebelde, por su parte, derrama sus ideas sobre la página con una indiferencia pueril hacia los detalles.
  3. Brinda un nuevo lenguaje para corregir los escritos, uno que no empuja al docente a utilizar el lenguaje del juez que la mayoría de las calificaciones reflejan. Se puede usar el lenguaje del juego con el loco, el lenguaje de diseño con el arquitecto, el lenguaje integrativo con el carpintero y el lenguaje tradicional de los correctores de pruebas con el juez.
  4. Permite al docente aclarar al estudiante lo que puede y no puede enseñarse sobre la escritura. La etapa del loco, al ser intensamente subjetiva, debe ser estimulada, pero dejada casi exclusivamente al escritor. El papel del juez, por su parte, puede enseñarse de manera adecuada con buenos textos escritos. Sin embargo en esas etapas adultas del arquitecto y el carpintero en las que los estudiantes son menos experimentados y están menos entrenados, el docente puede ser de hecho muy útil. En la terminología de este esquema de interpretar papeles, mi rol como ayudante es "dar permiso" al niño loco para jugar, enseñar al escritor cómo asumir las responsabilidades adultas del arquitecto y el carpintero resistiendo la tendencia de los estudiantes de ir directamente del niño al juez y debilitar el poder del juez sin perder sus útiles servicios.



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