"El Capital" de Karl Marx (capítulo 24)
El Capital. (capítulo 24)
LA LLAMADA
ACUMULACION ORIGINARIA
1. El secreto de
la acumulación originaria
Hemos visto cómo el
dinero se transforma en capital; cómo mediante el capital se produce plusvalor
y del plusvalor se obtiene más capital. Con todo, la acumulación del capital
presupone el plusvalor, el plusvalor la producción capitalista, y ésta la preexistencia
de masas de capital relativamente grandes en manos de los productores de
mercancías. Todo el proceso, pues, parece suponer una acumulación
"originaria" previa a la acumulación capitalista, una
acumulación que no es el resultado del modo de producción
capitalista, sino su punto de partida.
Esta acumulación
originaria desempeña en la economía política aproximadamente el mismo
papel que el pecado original en la teología. Adán mordió la manzana,
y con ello el pecado se posesionó del género humano. Se nos explica su origen
contándolo como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos había, por un
lado, una elite diligente, y por el otro una pandilla de vagos y holgazanes. Ocurrió
así que los primeros acumularon riqueza y los últimos terminaron por
no tener nada que vender excepto su pellejo. Y de este pecado original
arranca la pobreza de la gran masa que aun hoy, pese a todo su
trabajo, no tiene nada que vender salvo sus propias personas y la riqueza de
unos pocos, que crece continuamente aunque sus poseedores hayan dejado de
trabajar hace mucho tiempo. El señor Thiers, por ejemplo, en defensa de
la propriété, predica esas insulsas puerilidades a los otrora tan
ingeniosos franceses, haciéndolo además con la seriedad y la solemnidad del
estadista. Pero no bien entra en juego la cuestión de la propiedad, se
convierte en deber sagrado sostener que el punto de vista de la cartilla
infantil es el único válido para todos los niveles de edad y grados de
desarrollo. En la historia real el gran papel lo desempeñan, como es sabido, la
conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: en una palabra,
la violencia. En la economía política, tan apacible, desde tiempos inmemoriales
ha imperado el idilio. El derecho y el "trabajo" fueron desde épocas
pretéritas los únicos medios de enriquecimiento, siempre a excepción,
naturalmente, de "este año". En realidad, los métodos de la
acumulación originaria son cualquier cosa menos idílicos.
El dinero y la
mercancía no son capital desde un primer momento, como tampoco lo son los
medios de producción y de subsistencia. Requieren ser transformados en
capital. Pero esta transformación misma sólo se puede operar bajo determinadas
circunstancias coincidentes: es necesario que se enfrenten y entren en contacto
dos clases muy diferentes de poseedores de mercancías, a un lado
los propietarios de dinero, de medios de producción y de
subsistencia, a quienes les toca valorizar, mediante la adquisición de
fuerza de trabajo ajena, la suma de valor de la que se han apropiado; al otro
lado, trabajadores libres, vendedores de la fuerza de trabajo propia y por
tanto vendedores de trabajo. Trabajadores libres en el doble sentido
de que ni están incluidos directamente entre los medios de producción como sí
lo están los esclavos, siervos de la gleba, etc., ni tampoco les pertenecen a
ellos los medios de producción a la inversa de lo que ocurre con el
campesino que trabaja su propia tierra, etcétera , hallándose, por el
contrario, libres y desembarazados de esos medios de producción. Con esta polarización
del mercado de mercancías están dadas las condiciones fundamentales de la
producción capitalista. La relación del capital presupone la escisión
entre los trabajadores y la propiedad sobre las condiciones de realización del
trabajo. Una vez establecida la producción capitalista, la misma no sólo
mantiene esa división sino que la reproduce en escala cada vez mayor. El
proceso que crea a la relación del capital, pues, no puede ser otro que
el proceso de escisión entre el obrero y la propiedad de sus condiciones
de trabajo, proceso que, por una parte, transforma en capital los
medios de producción y de subsistencia sociales, y por otra convierte a los
productores directos en asalariados. La llamada acumulación originaria no
es, por consiguiente, más que el proceso histórico de escisión entre
productor y medios de producción. Aparece como "originaria" porque
configura la prehistoria del capital y del modo de producción
correspondiente al mismo.
A primera vista se
advierte que este proceso de escisión incluye toda na serie de procesos
históricos, una serie que, precisamente, es de carácter dual: por una parte,
disolución de las relaciones que convierten a los trabajadores en propiedad de
terceros y en medios de producción de los que éstos se han apropiado, y por la
otra, disolución de la propiedad que ejercían los productores directos sobre
sus medios de producción. El proceso de escisión, pues, abarca en realidad toda
la historia del desarrollo de la moderna sociedad burguesa, historia que no ofrecería
dificultad alguna si los historiadores burgueses no hubieran presentado la
disolución del modo feudal de producción exclusivamente bajo
el clair-obscur [claroscuro] de la emancipación del trabajador, en
vez de presentarla a la vez como transformación del modo feudal de explotación
en el modo capitalista de explotación [e] "Los capitalistas industriales,
esos nuevos potentados, debieron por su parte no sólo desplazar a los maestros
artesanos gremiales, sino también a los señores feudales, quienes se
encontraban en posesión de las fuentes de la riqueza. En este aspecto, su ascenso
se presenta como el fruto de una lucha victoriosa contra el poder feudal y sus
sublevantes privilegios, así como contra los gremios y las trabas opuestas por
éstos al desarrollo libre de la producción y a la explotación libre del hombre
por el hombre. No obstante, si los caballeros de industria lograron desalojar a
los caballeros de espada, ello se debió únicamente a que los primeros explotaron
acontecimientos en los cuales no les cabía culpa alguna. Ascendieron empleando
métodos tan innobles como los que otrora permitieron al liberto romano
convertirse en amo de su patronus".
El punto de partida
del desarrollo fue el sojuzgamiento del trabajador. La etapa siguiente
consistió en un cambio de forma de ese sojuzgamiento. Sin embargo, los
objetivos que nos hemos trazado no exigen, ni con mucho, el análisis del
movimiento medieval. Aunque la producción capitalista, esporádicamente, se
estableció ya durante los siglos XIV y XV en los países del Mediterráneo,
la era capitalista sólo data del siglo XVI. Allí donde florece,
hace ya mucho tiempo que se ha llevado a cabo la supresión de la servidumbre de
la gleba y que el régimen urbano medieval ha entrado en la fase de su
decadencia.
En la historia del
proceso de escisión hacen época, desde el punto de vista histórico, los
momentos en que se separa súbita y violentamente a grandes masas humanas de sus
medios de subsistencia y de producción y se las arroja, en calidad de
proletarios totalmente libres, al mercado de trabajo. La expropiación que
despoja de la tierra al trabajador i, constituye el fundamento
de todo el proceso. De ahí que debamos considerarla en primer término. La
historia de esa expropiación adopta diversas tonalidades en distintos países y
recorre en una sucesión diferente las diversas fases. Sólo en Inglaterra,
y es por eso que tomamos de ejemplo a este país, dicha expropiación reviste su
forma clásica. En la 3ª y 4ª ediciones se agrega: "Cuando la
revolución del mercado mundial, a fines del siglo XV , aniquiló la
supremacía comercial del norte de Italia, se originó un movimiento en sentido
inverso. Los trabajadores urbanos se vieron empujados masivamente hacia el
campo e imprimieron allí a la agricultura en pequeña escala, practicada según
las normas de la horticultura, un impulso nunca visto". 4
2. Expropiación
de la población rural a la que se despoja de la tierra
En Inglaterra la
servidumbre de la gleba, de hecho, había desaparecido en la última parte del
siglo XIV. La inmensa mayoría de la población [5] se componía entonces y aun más en el
siglo XV de campesinos libres que cultivaban su propia tierra, cualquiera que
fuere el rótulo feudal que encubriera su propiedad. En las grandes fincas
señoriales el arrendatario libre había desplazado
al bailiff (bailío), siervo él mismo en otros tiempos. Los
trabajadores asalariados agrícolas se componían en parte de campesinos que
valorizaban su tiempo libre trabajando en las fincas de los grandes terratenientes,
en parte de una clase independiente poco numerosa tanto en términos absolutos
como en relativos de asalariados propiamente dichos. Pero también estos últimos
eran de hecho, a la vez, campesinos que trabajaban para sí mismos, pues
además de su salario se les asignaba tierras de labor con una extensión de
4 acres y más, y asimismo cottages. Disfrutaban además, a la
par de los campesinos propiamente dichos, del usufructo de la tierra
comunal, sobre la que pacía su ganado y que les proporcionaba a la vez el
combustible: leña, turba, etc. En todos los países de Europa la producción
feudal se caracteriza por la división de la tierra entre el mayor número
posible de campesinos tributarios. El poder del señor feudal, como el de todo
soberano, no se fundaba en la longitud de su registro de rentas, sino en el
número de sus súbditos, y éste dependía de la cantidad de campesinos que
trabajaban para sí mismos . Por eso, aunque después de la conquista
normanda se dividió el suelo inglés en gigantescas baronías, una sola de las
cuales incluía a menudo 900 de los viejos señoríos anglosajones, estaba
tachonado de pequeñas fincas campesinas, interrumpidas sólo aquí y allá por las
grandes haciendas señoriales. Tales condiciones, sumadas al auge coetáneo de
las ciudades, característico del siglo XV, permitieron esa riqueza
popular tan elocuentemente descrita por el canciller Fortescue en su
"Laudibus legum Angliæ, pero excluían la riqueza capitalista.
El preludio del
trastocamiento que echó las bases del modo de producción capitalista se produjo
en el último tercio del siglo XV y los primeros decenios del siglo XVI. Una
masa de proletarios libres como el aire fue arrojada al mercado
de trabajo por la disolución de las mesnadas feudales que,
como observó correctamente sir James Steuart, "en todas partes colmaban
inútilmente casas y castillos". Aunque el poder real él mismo un producto
del desarrollo burgués en su deseo de acceder a la soberanía absoluta aceleró
violentamente la disolución de esas mesnadas, no constituyó, ni mucho menos, la
única causa de ésta. Por el contrario, el gran señor feudal, tenazmente opuesto
a la realeza y al parlamento, creó un proletariado muchísimo mayor al
expulsar violentamente a los campesinos de la tierra, sobre la que tenían los
mismos títulos jurídicos feudales que él mismo, y al usurparles las tierras
comunales. En Inglaterra, el impulso directo para estas acciones lo dio
particularmente el florecimiento de la manufactura lanera flamenca y el
consiguiente aumento en los precios de la lana. Las grandes guerras feudales
habían aniquilado a la vieja nobleza feudal; la nueva era hija de su época, y
para ella el dinero era el poder de todos los poderes. Su consigna, pues,
rezaba: transformar la tierra de labor en pasturas de ovejas. En su "Description
of England. Prefixed to Holinshed's Chronicles", Harrison describe cómo la
expropiación del pequeño campesino significa la ruina de la campaña. "What
care our great incroachers?" (¿Qué les importa eso a nuestros grandes
usurpadores?). Violentamente se arrasaron las viviendas de los campesinos y
las cottages de los obreros, o se las dejó libradas a los estragos
del tiempo. "Si se compulsan", dice Harrison, "los más viejos
inventarios de cada finca señorial, [...] se encontrará que han desaparecido
innumerables casas y pequeñas fincas campesinas [...], que el país sostiene a
mucha menos gente [...], que numerosas ciudades están en ruinas, aunque
prosperan unas pocas nuevas...[9] Algo podría contar de las ciudades y
villorrios destruidos para convertirlos en pasturas para ovejas, y en los que
únicamente se alzan las casas de los señores." Los lamentos de esas viejas
crónicas son invariablemente exagerados, pero reflejan con exactitud la
impresión que produjo en los hombres de esa época la revolución operada en las
condiciones de producción. Un cotejo entre las obras del canciller Fortescue y
las de Tomás Moro muestra de manera patente el abismo que se abre entre el
siglo XV y el XVI. La clase trabajadora inglesa, como con acierto afirma
Thornton, se precipitó directamente, sin transición alguna, de la edad de oro a
la de hierro.
La legislación se
aterrorizó ante ese trastocamiento. Todavía no había alcanzado a esas cumbres
de la civilización en las cuales la "wealtk of nation" [riqueza de la
nación], esto es, la formación de capital y la explotación y empobrecimiento
despiadados de las masas populares son considerados la última
Thule de toda sabiduría política. En su historia de Enrique VII dice
Bacon: "Por ese entonces" (1489) "comenzaron a ser más
frecuentes las quejas sobre la conversión de tierras de labor en praderas"
(para cría de ovejas, etc.), "fáciles de vigilar con unos pocos pastores;
y las fincas arrendadas temporal, vitalicia y anualmente (de las que vivían
gran parte de los yeomen 10) se transformaron en dominios
señoriales. Esto dio origen a una decadencia del pueblo, y por consiguiente a
una decadencia de las ciudades, iglesias, diezmos... Fue admirable la sabiduría
demostrada en esa época por el rey y el parlamento en la cura del mal...
Adoptaron medidas contra esas usurpaciones que despoblaban los predios
comunales (depopulating inclosures) y contra el despoblador régimen de pasturas
(depopulating pasture) que seguía de cerca a esas usurpaciones". Una ley
de Enrique VII, 1489, c. 19, [n] prohibió que se demoliera toda casa
campesina a la que correspondieran por lo menos 20 ocres [8,1 há.] de terreno.
En una ley 25, Enrique VIII, [o] se confirma la disposición legal
anteriormente mencionada. Se dice allí, entre otras cosas, que "muchas
fincas arrendadas y grandes rebaños de ganado, especialmente de ovejas, se
concentran en pocas manos, con lo cual han aumentado considerablemente las
rentas de la tierra y disminuido mucho los cultivos (tillage), se han arrasado
iglesias y casas y cantidades asombrosas de hombres han quedado incapacitados
de ganarse el sustento para sí y sus familias". Por eso la ley ordena la
reconstrucción de las casas rústicas derruidas, determina cuál debe ser la
proporción entre la tierra cerealera y la de pastos, etc. Una ley de 1533 se
queja de que no pocos propietarios posean 24.000 ovejas, y restringe el
número de éstas a 2.000 [11]. Las quejas populares y la legislación que
desde Enrique VII y durante 150 años condenó la expropiación de los pequeños
arrendatarios y campesinos, resultaron estériles por igual. El secreto de su
fracaso nos lo revela Bacon, inconscientemente. "La ley de Enrique
VII", escribe en sus "Essays, Civil and Moral", sección 29,
"era profunda y admirable, por cuanto establecía la existencia de
explotaciones agrícolas y casas rústicas de determinada medida normal, esto es,
les aseguraba una extensión de tierra que les permitía traer al mundo súbditos
suficientemente ricos y de condición no servil, y conservar la mancera del
arado en las manos de propietarios y no de alquilones (to keep the plough
in the hand of the owners and not hirelings)" bis 13 14.
Lo que exigía el sistema capitalista era, a la inversa, una condición servil de
las masas populares, la transformación de las mismas en alquilones y la
conversión de sus medios de trabajo en capital. Esa antigua legislación
procura también conservar los 4 acres de tierra contigua a
la cottage del asalariado agrícola, y le prohibió a éste que
tomara subinquilinos en su cottage. Todavía en 1627, bajo Jacobo I, se
condenó a Roger Crocker, de Front Mill, por haber construido
una cottage en la finca solariega de Front Mill sin asignarle los 4
acres de tierra como dependencia permanente; aun en 1638, bajo Carlos I, se
designó una comisión real encargada de imponer la aplicación de las viejas
leyes, y en particular también la concerniente a los 4 acres de tierra; todavía
Cromwell prohibió la construcción de casas, en 4 millas [6,4 km.] a la redonda
de Londres, si no se las dotaba de 4 acres de tierra. Aun en la primera mitad
del siglo XVIII se formulan quejas cuando la cottage del obrero
agrícola no dispone como accesorio de 1 ó 2 acres [0,4 ó 0,8 há,
aproximadamente]. Hoy en día dicho obrero se considera afortunado cuando su
casa tiene un huertecito, o si lejos de la misma puede alquilar un par de varas
de tierra. "Terratenientes y arrendatarios", dice el doctor Hunter,
"operan aquí de común acuerdo. Unos pocos acres
por cottage harían de los trabajadores personas demasiado
independientes".
El proceso de
expropinción violenta de las masas populares recibió un nuevo y terrible
impulso en el siglo XVI con la Reforma y, a continuación, con
la expoliación colosal de los bienes eclesiásticos. En la época de la
Reforma, la Iglesia Católica era propietaria feudal de gran parte del suelo
inglés. La supresión de los monasterios, etc., arrojó a sus moradores al
proletariado. Los propios bienes eclesiásticos fueron objeto, en gran parte, de
donaciones a los rapaces favoritos del rey, o vendidos por un precio irrisorio
a arrendatarios y residentes urbanos especuladores que expulsaron en masa a los
antiguos campesinos tributarios hereditarios, fusionando los predios
de estos últimos., Se abolió tácitamente el derecho, garantizado por la ley, de
los campesinos empobrecidos a percibir una parte de los diezmos eclesiásticos.
"Pauper ubique iacet" [el pobre en todas partes está sojuzgado],
exclamó la reina Isabel al concluir una gira por Inglaterra. En el cuadragésimo
tercer año de su reinado, finalmente, no hubo más remedio que reconocer
oficialmente el pauperismo, implantando el impuesto de beneficencia.
"Los autores de esta ley se avergonzaron de exponer sus razones, y
por eso, violando toda tradición, la echaron a rodar por el
mundo desprovista de todo preamble (exposición de
motivos)" . Por la 16, Carolus I, 4 , se estableció la
perpetuidad de ese impuesto, y en realidad sólo en 1834 se le dio una forma
nueva y más rigurosa. Estos efectos inmediatos de la Reforma no fueron los
más perdurables. El patrimonio eclesiástico configuraba el baluarte
religioso de las relaciones tradicionales de propiedad de la tierra. Con la
ruina de aquél, estas últimas ya no podían mantenerse en pie.
Todavía en los
últimos decenios del siglo XVII la yeomanry, el campesinado independiente,
era más numerosa que la clase de los arrendatarios. Los yeomen habían
constituido la fuerza principal de Cromwell y se comparaban ventajosamente,
como reconoce el propio Macaulay, con los merdosos hidalgos borrachos y sus
sirvientes, los curas rurales, obligados a casarse con la "moza
favorita" del señor. Todavía, los asalariados rurales mismos eran
copropietarios de la propiedad comunal. Hacia 1750, [904] aproximadamente,
la yeomanry había desaparecido, y en los últimos decenios del siglo
XVIII ya se habían borrado las últimas huellas de propiedad comunal de los
campesinos. Prescindimos aquí de los resortes puramente económicos de la revolución
agrícola. De lo que nos ocupamos es de los medios violentos empleados
por la misma.
Bajo
la restauración de los Estuardos, los terratenientes ejecutaron
de manera legal una usurpación que en el continente, por doquier, se practicó
también sin formalidades legales. Abolieron el régimen feudal de tenencia de la
tierra, es decir, la liberaron de las servidumbres que la gravaban,
"indemnizaron" al estado mediante impuestos sobre el campesinado y
las demás masas populares, reivindicaron la propiedad moderna sobre fincas de
las que sólo poseían títulos feudales y, finalmente, impusieron esas leyes
de asentamiento (laws of settlement) que, mutatis mutandis, operaron
sobre los campesinos ingleses al igual que el edicto del tártaro Borís Godunov
sobre el campesinado ruso.
La "Glorious
Revolution" (Revolución Gloriosa) Ilevó al poder, con Guillermo III de
Orange, a los fabricantes de plusvalor poseedores de tierras y capitales. Éstos
inauguraron la nueva era perpetrando en escala colosal el [905] robo
de tierras fiscales, practicado hasta entonces sólo de manera modesta. Esos
predios fueron donados, vendidos a precios irrisorios o incluso anexados por
usurpación directa a fincas privadas [29]. Todo esto ocurrió sin que se observara ni
en lo mínimo las apariencias legales. Los bienes fiscales, apropiados de manera
tan fraudulenta: sumados a la depredación de las tierras eclesiásticas en la
medida en que las mismas no se habían perdido ya durante la revolución
republicana , constituyen el fundamento de los actuales dominios principescos
que posee la oligarquía inglesa [30]. Los capitalistas burgueses favorecieron la
operación, entre otras cosas para convertir el suelo en artículo puramente
comercial, para [s] acrecentar el aflujo hacia ellos de
proletarios enteramente libres procedentes del campo, etc. Actuaban en defensa
de sus intereses, tan acertadamente como los burgueses urbanos suecos,
cuyo baluarte económico era el campesinado, por lo cual, estrechamente de
acuerdo con éste [t], ayudaron a los reyes a recuperar por la
violencia, de manos de la oligarquía, los bienes de la corona (desde 1604, y
después en los reinados de Carlos X y Carlos XI).
La propiedad
comunal [u] era una institución germánica antigua
que subsistió bajo el manto del feudalismo. Hemos visto cómo el violento
despojo de la misma, acompañado por regla general de la transformación de las
tierras de labor en praderas destinadas al ganado, se inicia a fines del siglo
XV y prosigue durante el siglo XVI. Pero en ese entonces el proceso se efectúa
como actos individuales de violencia, contra los cuales la legislación
combate en vano a lo largo de 150 años. El progreso alcanzado en el siglo XVIII
se revela en que la ley misma se convierte ahora en vehículo del
robo perpetrado contra las tierras del pueblo, aunque los grandes
arrendatarios, por añadidura, apliquen también sus métodos privados menores e
independientes [31] 32. La forma parlamentaria
que asume la depredación es la de los "Bills for Inclosure of
Commons" (leyes para el cercamiento de la tierra comunal), en otras
palabras, decretos mediante los cuales los terratenientes se donan a sí mismos,
como propiedad privada, las tierras del pueblo; decretos expropiadores del
pueblo. Sir Francis Morton Eden refuta su propio y astuto alegato abogadil en
que procura presentar la propiedad comunal como propiedad privada de los
latifundistas que remplazan a los señores feudales, cuando exige una "ley
general parlamentaria para el cercamiento de las tierras comunales",
reconociendo, por tanto, que se requiere un golpe de estado
parlamentario para convertir esas tierras en propiedad privada, y por
otra parte cuando solicita al legislador una "indemnización" para los
pobres expropiados.
Mientras que
los yeomen independientes eran remplazados por tenants-at-will,
arrendatarios pequeños que podían ser desalojados con preaviso de un año esto
es, una caterva servil y dependiente del capricho del terrateniente , [907] el
robo sistemático perpetrado contra la propiedad comunal, junto al despojo de
los dominios fiscales, ayudó especialmente a acrecentar esas grandes fincas
arrendadas que en el siglo XVIII se denominaron granjas de
capital [34] o granjas de mercaderes 35,
y a "liberar" a la población rural como proletariado para la
industria.
Sin embargo, el siglo
XVIII aún no comprendía, en la misma medida en que lo comprendió el siglo XIX,
la identidad existente entre riqueza nacional y pobreza popular. De ahí la
muy encarnizada polémica que se libra, en los escritos económicos de la época,
acerca de la "inclosure of commons" [cercamiento de tierras
comunales]. De la gran cantidad de material que tengo al alcance de la mano,
tomo unos pocos pasajes en los que se da una vívida idea de la situación.
"En muchas
parroquias de Hertfordshire", escribe una pluma indignada, "24 fincas
arrendadas, cada una con un promedio de 5O a 150 acres [De 20,2 a 60,7 há.
aproximadamente.], se han fusionado en 3 fincas" [36]. "En Northamptonshire y
Lincolnshire el cercamiento de las tierras comunales se ha efectuado en
gran escala, y la mayor parte de los nuevos señoríos surgidos de los
cercamientos ha sido convertida en praderas; a consecuencia de ello, en muchos
señoríos en los que antes se araban 1.500 ocres [607 há.] no se cultivan ahora
ni siquiera 5O acres [20,2 há.]... Las ruinas de lo que antes eran viviendas,
graneros, establos, etcétera, son los únicos vestigios dejados por los antiguos
moradores [v]. En no pocos lugares, cien casas y familias
han quedado reducidas... a 8 ó 10... En la mayor parte de las parroquias donde
el cercamiento [908] sólo comenzó a practicarse hace 15 ó 20
años, los terratenientes son muy pocos en comparación con los que cultivaban la
tierra en el régimen de campos abiertos. No es nada insólito ver cómo 4 ó 5
ricos ganaderos han usurpado grandes señoríos recién cercados que antes se
encontraban en manos de 20 a 30 arrendatarios y de muchos pequeños propietarios
y campesinos tributarios. Todos éstos y sus familias se han visto
expulsados de su propiedad, junto a otras muchas familias a las que aquellos
daban ocupación y mantenían". Lo que anexaba el terrateniente colindante
so pretexto del enclosure [cercamiento] no eran sólo
tierras baldías, sino, a menudo,
terrenos cultivados comunalmente o mediante pago a la comuna.
"Me refiero aquí al cercamiento de campos baldíos y predios ya cultivados.
Hasta los escritores que defienden los inclosures reconocen que estos
últimos en el presente caso reducen el cultivo, aumentan los precios de los
medios de subsistencia y producen despoblación... e incluso el cercamiento de
tierras baldías, tal como se lo practica ahora, despoja al pobre
de una parte de sus medios de subsistencia y engruesa fincas que ya son
demasiado grandes". "Cuando la tierra cae en manos de unos pocos
grandes arrendatarios", dice el doctor Price, "los pequeños arrendatarios"
(a los que caracteriza más arriba como "una multitud de pequeños
propietarios y arrendatarios que se mantienen a sí mismos y a sus familias
mediante el producto del suelo cultivado por ellos mismos y con las ovejas,
aves, cerdos, etcétera, que apacientan en las tierras comunales, de tal modo
que tienen poca necesidad de comprar medios de subsistencia")
"se transforman en gente que tiene que ganarse el
sustento trabajando para otros y se ve obligada a ir al mercado para
buscar todo lo que necesita... Quizás se efectúe más trabajo, porque
habrá más compulsión en este aspecto... Crecerán las ciudades y
las manufacturas, porque más gente, en busca de trabajo, se verá
empujada hacia ellas. Este es el modo en que ha operado, de manera natural, la
concentración de las fincas arrendadas, y el modo en que efectivamente ha
operado, desde hace muchos años, en este reino" Price resume de la
siguiente manera el efecto global de los inclosures: "En términos
generales, la situación de las clases populares inferiores ha empeorado en casi
todos los aspectos; los pequeños terratenientes y arrendatarios se han visto
reducidos a la condición de jornaleros y asalariados; y, al mismo tiempo, cada
vez se ha vuelto más difícil ganarse la vida en esa condición" [42]a En la 3ª y 4ª ediciones se agrega: "y
campesinos semilibres" {280}. [43] 44. La usurpación de las
tierras comunales y la consiguiente revolución de la agricultura, surten un
efecto tan agudo sobre la situación de los obreros agrícolas que, según el
propio Eden, entre 1765 y 1780 el salario de los mismos comenzó a descender por
debajo del mínimo [910] y a ser complementado por el socorro
oficial de beneficencia. Ese salario, dice Eden, "ya no bastaba [x] 45para satisfacer las necesidades
vitales más elementales".
Escuchemos un
instante a un defensor de los enclosures y adversario del doctor
Price: "No es correcto [y] 46 concluir que existe
despoblación porque ya no se vea a la gente derrochando su trabajo en
el campo abierto. Si hay menos de ellos en el campo, hay más de ellos en las
ciudades... [z] Si, luego de la conversión de los
pequeños campesinos en gente que se ve obligada a trabajar para otros, se
pone en movimiento más trabajo, ésta es una ventaja que la nación" (a
la que no pertenecen, naturalmente, quienes experimentan la conversión
mencionada) "tiene necesariamente que desear... El producto será mayor
cuando su trabajo combinado se emplee en una sola finca; de esta
manera se formará plusproducto para las manufacturas, y gracias a ello las
manufacturas una de las minas de oro de esta nación aumentarán en proporción a
la cantidad de grano producida" [47].
La imperturbabilidad
estoica con que el economista contempla la violación más descarada del
"sagrado derecho de propiedad" y los actos de violencia más burdos
contra las personas, siempre y cuando sean necesarios para echar las bases del
modo capitalista de producción, nos la muestra, entre otros, el
"filantrópico" Eden, tendenciosamente tory, además. Toda la serie de
robos, ultrajes y opresión que acompaña a la expropiación violenta del pueblo,
desde el último tercio del siglo XV hasta fines del XVIII, sólo induce a Eden a
formular esta "confortable" reflexión final: "Era necesario
establecer la proporción correcta (due) entre las tierras de labor y las
pasturas. [911] Todavía durante todo el siglo XIV y la mayor
parte del XV, por cada acre de praderas para el ganado se dedicaban 2, 3 y
hasta 4 acres a la labranza. A mediados del siglo XVI la proporción se había
transformado en 2 acres de pasturas por cada 2 de tierra laborable; más tarde
aquélla fue de 2 acres de pasturas por acre de tierra labrantía, hasta que
finalmente se alcanzó la proporción correcta de tres acres de dehesas por
acre de tierra laborable".
En el siglo XIX, como
es natural, se perdió hasta el recuerdo de la conexión que existía entre el
campesino y la propiedad comunal. Para no hablar de tiempos posteriores,
¿qué farthing [cuarto de penique] de compensación percibió entonces
la población rural por los 3.511.770 acres [1.421.097 há.] de tierras comunales
que le fueron arrebatadas entre 1801 aa y 1831, y que los
terratenientes donaron a los terratenientes a través del parlamento?
El último gran
proceso de expropiación que privó de la tierra al campesino fue
el llamado clearing of estates (despejamiento de las fincas, que
consistió en realidad en barrer de ellas a los hombres). Todos los
métodos ingleses considerados hasta ahora culminaron en el
"despejamiento". Como se vio al describir la situación moderna en la
sección anterior, ahora, cuando ya no quedan campesinos independientes a los
que barrer, se ha pasado al "despejamiento" de las cottages, de
tal suerte que los trabajadores agrícolas ya no encuentran el espacio necesario
para su propia vivienda ni siquiera en el suelo cultivado por ellos bb213
Nota idéntica a la 213 de la 2ª edición.. [912] Con todo, el
"clearing of estates" propiamente dicho se distingue por el carácter
más sistemático, la magnitud de la escala en que se practica la operación de
una sola vez (en Escocia en áreas tan grandes como principados alemanes) y por
la forma peculiar de la propiedad del suelo que, con tanta violencia, se
transforma en propiedad privada. Esta propiedad era la propiedad del clan; el
jefe o "gran hombre" sólo era propietario titular en cuanto
representante del clan, tal como la reina de Inglaterra es la propietaria
titular del suelo inglés [48]. Esta revolución, que comenzó en Escocia
después del último levantamiento del Pretendiente [49], puede seguirse en sus primeras fases en las
obras de sir James Steuart [50] 51 y James
Anderson [52]. En el siglo XVIII, a los gaélicos
expulsados de sus tierras se les prohibió también la emigración, para
empujarlos por la violencia hacia Glasgow y otras ciudades fabriles [53]. Como ejemplo de los métodos imperantes en
el siglo XIX [54] [913] baste mencionar aquí
los "despejamientos" de la duquesa de Sutherland. Esta dama,
versada en economía política, apenas advino a la dignidad ducal decidió aplicar
una cura económica radical y transformar en pasturas de ovejas el condado
entero, cuyos habitantes ya se habían visto reducidos a 15.000 debido a
procesos anteriores de índole similar. De 1814 a 1820, esos 15.000 pobladores
aproximadamente 3.000 familias fueron sistemáticamente expulsados y
desarraigados. Se destruyeron e incendiaron todas sus aldeas; todos sus campos
se transformaron en praderas. Soldados británicos, a los que se les dio orden
de apoyar esa empresa, vinieron a las manos con los naturales. Una anciana
murió quemada entre las llamas de la cabaña que se había negado a abandonar. De
esta suerte, la duquesa se apropió de 794.000 acres [321.300 há,
aproximadamente.] de tierras que desde tiempos inmemoriales pertenecían al
clan. A los habitantes desalojados les asignó 6.000 acres [2.400 há,
aproximadamente] a orillas del mar, a razón de 2 acres [0,8 há,
aproximadamente.] por familia. Esos 6.000 acres hasta el momento habían
permanecido yermos, y sus propietarios no habían obtenido de ellos ingreso
alguno. Movida [914] por sus nobles sentimientos, la duquesa
fue tan lejos que arrendó el acre por una renta media de 2 chelines y 6
peniques a la gente del clan, que durante siglos había vertido su sangre por la
familia de la Sutherland. Todas las tierras robadas al clan fueron divididas en
29 grandes fincas arrendadas, dedicadas a la cría de ovejas; habitaba cada
finca una sola familia, en su mayor parte criados ingleses de los
arrendatarios. En 1825 los 15.000 gaélicos habían sido remplazados ya por
131.000 ovejas. La parte de los aborígenes arrojada a orillas del mar procuró
vivir de la pesca. Se convirtieron en anfibios y vivieron, como dice un
escritor inglés, a medias en tierra y a medias en el agua, no viviendo, pese a
todo eso, más que a medias [55] 56.
Pero los bravos
gaélicos debían expiar aun más acerbamente su romántica idolatría de montañeses
por los "grandes hombres" del clan. El olor a pescado se elevó hasta
las narices de los grandes hombres. Estos husmearon la posibilidad de lucrar
con el asunto y arrendaron la orilla del mar a los grandes comerciantes
londinenses de pescado. Los gaélicos se vieron expulsados por segunda vez [57].
Pero, por último, una
parte de las pasturas para ovejas fue convertida a su vez en cotos de
caza. En Inglaterra, como es sabido, no hay bosques auténticos. Los venados que
vagan por los parques de los grandes señores son animales incuestionablemente domésticos,
gordos como los [915] aldermen [regidores] de Londres. De
ahí que Escocia se haya convertido en el último asilo de la "noble
pasión". "En las Highlands", dice Somers en 1848, "las
zonas boscosas se han expandido mucho. Aquí, a un lado de Gaick, tenemos el
nuevo bosque de Glenfeshie y allí, al otro lado, el nuevo bosque de Ardverikie.
En la misma línea, encontramos el Bleak-Mount, un enorme desierto, recién
inaugurado. De este a oeste, de las inmediaciones de Aberdeen hasta las rocas
de Oban, se observa una línea continua de bosques, mientras que en otras zonas
de las Highlands se encuentran los nuevos bosques de Loch Archaig, Glengarry,
Glenmoriston, etc.... La transformación de su tierra en pasturas de ovejas
empujó a los gaélicos hacia tierras estériles. Ahora, el venado comienza a
sustituir a la oveja [...] y empuja a aquéllos a [...] una miseria aun más
anonadante... Los bosques de venados [58]bis y el pueblo no pueden
coexistir. Uno de los dos, inevitablemente, ha de ceder la plaza. Si en el
próximo cuarto de siglo dejamos que los cotos de caza sigan creciendo en número
y en tamaño como durante los últimos 25 años, pronto no será posible encontrar
a ningún montañés de Escocia en su suelo natal [...]. Este movimiento entre los
propietarios de las Highlands se debe en parte a la moda, a los pruritos
aristocráticos y a las aficiones venatorias, etc. [...], pero en parte
practican el negocio de la caza exclusivamente con el ojo puesto en la
ganancia. Es un hecho, en efecto, que un pedazo de montaña, arreglado como
vedado de caza, en muchos casos es incomparablemente más lucrativo que como
pradera para ovejas... El aficionado que busca un coto de caza sólo limita su
oferta por la amplitud de su bolsa... En las Highlands se han infligido
sufrimientos no menos crueles que los que impuso a Inglaterra la política de
los reyes normandos. A los ciervos se les deja espacio libre para que correteen
a sus anchas, mientras se acosa a los hombres, hacinándolos en círculos cada
vez más estrechos... Se confiscan una tras otra las libertades del pueblo... Y
la opresión aumenta día a día... Los propietarios [916] practican
los despejamientos y el desalojo del pueblo como un principio establecido, como
una necesidad de la agricultura, del mismo modo como se rozan el bosque y el
sotobosque en las zonas despobladas y fragosas de América y Australia, y la
operación prosigue su marcha tranquila y rutinaria" [59]b 810.000 há, aproximadamente. 60 61.
[917] La expoliación de los bienes eclesiásticos, la enajenación
fraudulenta de las tierras fiscales, el robo de la propiedad comunal, la
transformación usurpatoria, practicada con el terrorismo más despiadado, de la
propiedad feudal y clánica en propiedad privada moderna, fueron otros [918] tantos métodos idílicos
de la acumulación originaria. Esos métodos conquistaron el campo para la
agricultura capitalista, incorporaron el suelo al capital y crearon para la
industria urbana la necesaria oferta de un proletariado enteramente libre.
3. Legislación
sanguinaria contra los expropiados, desde fines del siglo XV. Leyes
reductoras del salario
Los expulsados por la
disolución de las mesnadas feudales y por la expropiación violenta e
intermitente de sus tierras ese proletariado libre como el aire , no podían ser
absorbidos por la naciente manufactura con la misma rapidez con que eran
puestos en el mundo. Por otra parte, las personas súbitamente arrojadas de su
órbita habitual de vida no podían adaptarse de manera tan súbita a la
disciplina de su nuevo estado. Se transformaron masivamente en mendigos,
ladrones, vagabundos, en parte por inclinación, pero en los más de los casos
forzados por las circunstancias. De ahí que a fines del siglo XV y durante todo
el siglo XVI proliferara en toda Europa Occidental una legislación
sanguinaria contra la vagancia. A los padres de la actual clase
obrera se los castigó, en un principio, por su transformación forzada en
vagabundos e indigentes. La legislación los trataba como a delincuentes "voluntarios":
suponía que de la buena voluntad de ellos dependía el
que continuaran trabajando bajo las viejas condiciones, ya inexistentes.
En Inglaterra esa
legislación comenzó durante el reinado de Enrique VII.
Enrique VIII, 1530:
los pordioseros viejos e incapacitados de trabajar reciben una licencia de
mendicidad. Flagelación y encarcelamiento, en cambio, para los vagabundos
vigorosos. Se los debe atar a la parte trasera de un carro y azotar hasta que
la sangre mane del cuerpo; luego han de prestar juramento de regresar a su
lugar de nacimiento o al sitio donde hayan residido durante los tres últimos
años y de "ponerse a trabajar" (to put himself to labour).
[exclamdown]Qué cruel ironía! En 27 Enrique VIII cc se
reitera la ley anterior, pero diversas enmiendas la han vuelto más severa. En
caso de un segundo arresto por vagancia, ha de repetirse la flagelación y
cortarse media oreja al infractor, y si se produce una tercera detención, se
debe ejecutar al reo como criminal inveterado y enemigo del bien común.
Eduardo VI: una ley
del primer año de su reinado, 1547, dispone que si alguien rehusa trabajar se
lo debe condenar a ser esclavo de la persona que lo denunció como vago. El amo
debe alimentar a su esclavo con pan y agua, caldos poco sustanciosos y los
restos de carne que le parezcan convenientes. Tiene derecho de obligarlo látigo
y cadenas mediante a efectuar cualquier trabajo, por repugnante que sea. Si el
esclavo se escapa y permanece prófugo por 15 días, se lo debe condenar a la
esclavitud de por vida y marcarlo a hierro candente con la letra S dd en
la frente o la mejilla, si se fuga por segunda ee vez, se
lo ejecutará como reo de alta traición. El dueño puede venderlo, legarlo a sus
herederos o alquilarlo como esclavo, cxactamente al igual que cualquier otro
bien mueble o animal doméstico. Si los esclavos atentan de cualquier manera
contra sus amos, deben también ser ejecutados. Los jueces de paz, una vez
recibida una denuncia, deben perseguir a los bribones. Si se descubre que un
vagabundo ha estado holgazaneando durante tres días, debe trasladárselo a su
lugar de nacimiento, marcarle en el pecho una letra V ff con
un hierro candente y ponerlo allí a trabajar, cargado de cadenas, en los
caminos o en otras tareas. Si el vagabundo indica un falso lugar de nacimiento,
se lo condenará a ser esclavo vitalicio de esa localidad, de los
habitantes o de la corporación, y se lo marcará con una S. Toda
persona tiene el derecho de quitarles a los vagabundos sus hijos y de retener a
éstos como aprendices: a los muchachos hasta los 24 años y a las muchachas
hasta los 20 años. Si huyen, se convertirán, hasta esas edades, en esclavos de
sus amos, que pueden encadenarlos, azotarlos, etc., a su albedrío. Es lícito
que el amo coloque una argolla de hierro en el cuello, el brazo o la pierna de
su esclavo, para identificarlo mejor y que esté más seguro [62]. La última parte de la ley dispone que
ciertos pobres sean empleados por la localidad o los individuos que les den de
comer y beber y que les quieran encontrar trabajo. Este tipo de esclavos
parroquiales subsistió en Inglaterra hasta muy entrado el siglo XIX, bajo el
nombre de roundsmen (rondadores).
Isabel, 1572: a los
mendigos sin licencia, mayores de 14 años, se los azotará con todo rigor y
serán marcados con hierro candente en la oreja izquierda en caso de que
nadie quiera tomarlos a su servicio por el término de dos años; en caso de
reincidencia, si son mayores de 18 años, deben ser... ajusticiados, salvo
que alguien los quiera tomar por dos años a su servicio; a la segunda gg reincidencia,
se los ejecutará sin merced, como reos de alta traición. Leyes similares: 18
Isabel c. 13 hh y 1597.
Jacobo I: toda persona
que ande mendigando de un lado para otro es declarada gandul y vagabundo. Los
jueces de paz, en las petty sesions [sesiones de menor importancia],
están autorizados a hacerla azotar en público y a condenarla en el primer
arresto a 6 meses y en el segundo a 2 años de cárcel. Durante su estada en la
cárcel recibirá azotes con la frecuencia y en la cantidad que el juez de paz
considere conveniente... Los gandules incorregibles y peligrosos serán marcados
a fuego con la letra R ii en el hombro
izquierdo, y si nuevamente se les echa el guante mientras mendigan, serán
ejecutados sin merced y sin asistencia eclesiástica jj. Estas
disposiciones, legalmente vigentes hasta comienzos del siglo XVIII, no fueron
derogadas sino por 12 Ana c. 23.
Leyes similares se
promulgaron en Francia, donde a mediados del siglo XVII, en París, se había
establecido un reino de los vagabundos (royaume des truands). Todavía en los
primeros tiempos del reinado de Luis XVI (ordenanza del 13 de julio de 1777),
se dispuso que todo hombre de constitución sana, de 16 a 60 años de edad, que
careciera de medios de existencia y no ejerciera ninguna profesión, fuera
enviado a galeras. De la misma índole son la ley de Carlos V para los Países
Bajos fechada en octubre de 1537, el primer edicto de los estados y ciudades de
Holanda promulgado el 19 de marzo de 1614 y el bando de las Provincias Unidas
del 25 de junio de 1649, etcétera.
De esta suerte, la
población rural, expropiada por la violencia, expulsada de sus tierras y
reducida al vagabundaje, fue obligada a someterse, mediante
una legislación terrorista y grotesca y a fuerza de latigazos,
hierros candentes y tormentos, a la disciplina que requería el sistema del
trabajo asalariado.
No basta con que las
condiciones de trabajo se presenten en un polo como capital y en el otro como
hombres que no tienen nada que vender, salvo su fuerza de trabajo. Tampoco
basta con obligarlos a que se vendan voluntariamente. En el transcurso de la
producción capitalista se desarrolla una clase trabajadora que, por educación,
tradición y hábito reconoce las exigencias de ese modo de producción como leyes
naturales, evidentes por sí mismas. La organización del proceso capitalista de
producción desarrollado quebranta toda resistencia; la generación constante de
una sobrepoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de
trabajo, y por tanto el salario, dentro de carriles que convienen a las
necesidades de valorización del capital; la coerción sorda de las relaciones
económicas pone su sello a la dominación del capitalista sobre el obrero. Sigue
usándose, siempre, la violencia directa, extraeconómica, per sólo
excepcionalmente. Para el curso usual de las cosas es posible confiar el obrero
a las "leyes naturales de la producción", esto es, a la dependencia
en que el mismo se encuentra con respecto al capital, dependencia surgida de
las condiciones de producción mismas y garantizada y perpetuada por éstas. De
otra manera sucedían las cosas durante la génesis histórica de la producción
capitalista. La burguesía naciente necesita y usa el poder del
estado para "regular" el salario, esto es, para comprimirlo
dentro de los límites gratos a la producción de plusvalor, para prolongar
la jornada laboral y mantener al trabajador mismo en el grado normal
de dependencia. Es este un factor esencial de la llamada acumulación
originaria.
La clase de los
asalariados, surgida en la segunda mitad del siglo XIV, sólo configura entonces
y durante el siglo siguiente una parte constitutiva muy pequeña de la
población, fuertemente protegida en su posición por la economía campesina
independiente en el campo y la organización corporativa en la ciudad. En el
campo y la ciudad, maestros y trabajadores estaban próximos desde el punto de
vista social. La subordinación del trabajo al capital era sólo formal,
esto es, el modo de producción mismo no poseía aún un carácter específicamente
capitalista. El elemento variable del capital preponderaba considerablemente
sobre su elemento constante. De ahí que la demanda de trabajo asalariado creciera
rápidamente con cada acumulación del capital, mientras que la oferta de trabajo
asalariado sólo la seguía con lentitud. Una gran parte del producto
nacional, transformada más tarde en fondo de acumulación del
capital, ingresaba todavía, por ese entonces, en el fondo de consumo del
trabajador.
La legislación
relativa al trabajo asalariado tendiente desde un principio a la explotación
del obrero y, a medida que se desarrollaba, hostil siempre a éste [64] 65 66 se
inaugura en Inglaterra con la "Statute of Labourers" [ley sobre los
trabajadores] de Eduardo III, 1349. Concuerda con ella, en Francia, la
ordenanza de 1350, promulgada en nombre del rey Juan. La legislación inglesa y
la francesa siguen un curso paralelo y son, en cuanto a su contenido,
idénticas. En la medida en que las leyes sobre los obreros procuran imponer
la prolongación de la jornada laboral, no vuelvo sobre ellas, ya que este
punto se dilucidó anteriormente (capítulo VIII, 5).
La "Statute of
Labourers" se promulgó por las insistentes reclamaciones de la Cámara de
los Comunes kk. "Antes", afirma ingenuamente un tory,
"los pobres exigían salarios tan altos que ponían en peligro la industria
y la riqueza. Hoy su salario es tan bajo que amenaza igualmente a la industria
y la riqueza, pero de otra manera y con mucha mayor peligrosidad que
entonces" a En la 4ª edición la cita es como sigue. "siempre hemos
estado prontos para intervenir a favor del patrón. ¿No podría hacerse algo
ahora por el obrero?". Se estableció una tarifa salarial legal para la
ciudad y el campo, por pieza y por jornada. Los trabajadores rurales debían
contratarse por año, los urbanos, "en el mercado libre". Se prohibía,
bajo pena de prisión, pagar salarios más altos que los legales, pero la
percepción de un salario mayor se castigaba más severamente que su pago. Así,
por ejemplo, en las secciones 18 y 19 de la ley de aprendices de Isabel, se
infligían diez días de cárcel al que pagara un salario superior al legal, pero
veintiún días, en cambio, a quien lo percibiera. Una ley de 1360 hacía más
rigurosas las penas y autorizaba a los maestros, inclusive, a arrancar trabajo
a la tarifa legal, mediante la coerción física. Se declaraban nulas y sin
ningún valor todas las combinaciones, convenios, pactos, etc., mediante los
cuales los albañiles y carpinteros se vinculaban entre sí. Desde el siglo XIV
hasta 1825, año en que se derogaron las leyes contra las coaliciones,
las coaliciones obreras son consideradas como un delito grave. El
espíritu que anima la ley obrera de 1349 y sus renuevos se pone muy claramente
de manifiesto en el hecho de que el estado impone un salario máximo, pero
no un mínimo, faltaba más.
En el siglo XVI, como
es sabido, la situación de los trabajadores había empeorado considerablemente.
El salario en dinero aumentó, pero no en proporción a la depreciación del
dinero y al consiguiente aumento de precios de las mercancías. El salario,
pues, en realidad disminuyó. Sin [925] embargo, no se
derogaron las leyes que procuraban mantenerlo en un nivel bajo, y siguió
aplicándose el corte de orejas y el señalamiento con hierros candentes de
aquellos a quienes "nadie quisiera tomar a su servicio". Por la ley
de aprendices 5 Isabel c. 3, se autorizó a los jueces de paz a fijar ciertos
salarios y modificarlos según las estaciones del año y los precios de las
mercancías. Jacobo I extendió esa regulación del trabajo a los tejedores,
hilanderos y a todas las categorías posibles de obreros [69]; Jorge II hizo extensivas las leyes contra
las coaliciones obreras a todas las manufacturas. En el período manufacturero
propiamente dicho, el modo de producción capitalista se había fortalecido
suficientemente para hacer tan inaplicable como superflua la regulación legal
del salario, pero se prefirió mantener abierto, para casos de necesidad, el
antiguo arsenal ll. Todavía 8 Jorge II prohíbe que a los
oficiales sastres se les pague, en Londres y alrededores, más de dos chelines y
7 1/2 peniques de jornal, salvo en casos de duelo [926] público;
todavía 13 Jorge III c. 68, asigna a los jueces de paz la regulación del
salario de los tejedores de seda; todavía en 1796 fueron necesarios dos fallos
de los tribunales superiores para decidir si los mandatos de los jueces de paz
sobre salarios eran válidos también para los obreros no agrícolas; todavía
en 1799 una ley del parlamento confirmó que el salario de los mineros de
Escocia se hallaba regulado por una ley de la época de Isabel mm 70 y
dos leyes escocesas de 1661 y 1671. Hasta qué punto se habían revolucionado, en
el ínterin, las condiciones imperantes, nos lo demuestra un episodio inaudito,
ocurrido en la cámara baja inglesa. Aquí, donde desde hacía más de 400 años se
habían pergeñado leyes sobre el máximo que en ningún caso debía ser
superado por el salario, Whitbread propuso en 1796 que se fijara
un salario mínimo legal para los jornaleros agrícolas. Aunque
Pitt se opuso, concedió que "la situación de los pobres era cruel".
Finalmente, en 1813 se derogaron las leyes en torno a la regulación del
salario. Eran una anomalía ridícula, puesto que el capitalista regulaba la
fábrica por medio de su legislación privada y hacía completar el
salario del obrero agrícola, hasta el mínimo indispensable, mediante
el impuesto de beneficencia. Las disposiciones de las leyes obreras nn sobre
contratos entre patrones y asalariados, sobre la rescisión con aviso previo,
etcétera disposiciones que permiten demandar sólo por lo civil al patrón que
viola el contrato, pero por lo criminal al obrero que hace otro tanto ,
mantienen hasta la fecha su vigencia plena. Las crueles leyes
anticoalicionistas fueron derogadas en 1825, ante la amenazadora actitud del
proletariado. Sólo a regañadientes las abrogó el parlamento [71], el mismo parlamento [927] que
durante siglos, con la desvergüenza más cínica, había funcionado
como coalición permanente de los capitalistas contra los
obreros oo.
Desde los mismos
inicios de la tormenta revolucionaria, la burguesía francesa se atrevió a
despojar nuevamente a los obreros del recién conquistado derecho de asociación. [928] Por
el decreto del 14 de junio de 1791, declaró todas
las coaliciones obreras como "atentatorias contra la libertad y
contra la Declaración de los Derechos del Hombre", punibles con una multa
de 500 libras y privación de la ciudadanía activa por el término de un
año [72]a Nota 225 en la 3ª y 4ª ediciones.. Esa
ley, que con medidas policíaco-estatales encauzó coercitivamente, dentro de
límites cómodos al capital, la lucha competitiva entre éste y el trabajo,
sobrevivió a revoluciones y cambios dinásticos. Incluso el régimen del Terror
la dejó intacta. Sólo en fecha muy reciente se la borró del Code
Pénal 73. Nada más carácterístico que el pretexto de este golpe
de estado burgués. "Aunque es deseable" dice Le Chapelier, el miembro
informante, "que el salario sea más elevado de lo que es ahora [...], para
que así quien lo percibe se sustraiga a esa dependencia absoluta producida
por la privación de los medios de subsistencia imprescindibles, dependencia que
es casi la de la esclavitud", no obstante los obreros no tienen
derecho a ponerse de acuerdo sobre sus intereses, a actuar en común y, mediante
esas acciones, a mitigar su "dependencia absoluta, que es casi la de la
esclavitud", porque de ese modo lesionarían
"la libertad de sus ci-devant maîtres [antiguos
maestros], de los actuales empresarios" ([exclamdown]la libertad de
mantener a los obreros en la esclavitud!) y porque una coalición contra el
despotismo de los antiguos maestros de las corporaciones equivaldría
[exclamdown]adivínese! a [exclamdown]recrear las corporaciones
abolidas por la constitución francesa! [74]a Nota 226 en la 3ª y 4ª ediciones..
4. Génesis
del arrendatario capitalista
Después de haber
examinado la creación violenta de proletarios enteramente libres, la disciplina
sanguinaria que los transforma en asalariados, la turbia intervención del
estado que intensifica policíacamente, con el grado de explotación del trabajo,
la acumulación del capital, cabe preguntar: ¿de dónde provienen, en un
principio, los capitalistas? Porque la expropiación de la población rural,
directamente, sólo crea grandes terratenientes. En lo que respecta a la
génesis del arrendatario, podríamos, por así decirlo, palparla con las
manos, porque se trata de un proceso lento, que se arrastra a lo largo de
muchos siglos. Los propios siervos, y al lado de ellos también pequeños
propietarios libres, se encontraban sometidos a relaciones de propiedad muy
diferentes, y de ahí que su emancipación se efectuara también bajo condiciones
económicas diferentes en grado sumo.
En Inglaterra, la
primera forma del arrendatario es la del bailiff [bailío], siervo de
la gleba él mismo. Su posición es análoga a la del villicus 75 de
la Roma antigua, sólo que su campo de acción es más estrecho. Durante la
segunda mitad del siglo XIV lo sustituye un arrendatario libre pp a
quien el terrateniente provee de simientes, ganado y aperos de labranza. La
situación de este arrendatario no difiere mayormente de la del campesino. Sólo
que explota más trabajo asalariado. Pronto se convierte
en métayer [aparcero], en medianero. Él pone una parte del capital
agrícola; el terrateniente, la otra. Ambos se reparten el producto global
conforme a una proporción determinada contractualmente. Esta forma desaparece
rápidamente en Inglaterra, para dejar su lugar al arrendatario propiamente
dicho, que valoriza su capital propio por medio del empleo de asalariados y
entrega al terrateniente, en calidad de renta de la tierra, una parte del
plusproducto, en dinero o in natura [en especies]. Durante el siglo
XV, mientras se enriquecen con su trabajo el campesino independiente y el
jornalero agrícola que además de trabajar por un salario lo hace para sí mismo,
la situación del arrendatario y su campo de producción son igualmente
mediocres. La [930] revolución agrícola que se opera en el
último tercio del siglo XV y que prosigue durante casi todo el siglo XVI (a
excepción, sin embargo, de sus últimos decenios), lo enriquece con la misma
rapidez con que empobrece a la población de la campaña [76]a Nota 227 en la 3ª y 4ª ediciones.. La
usurpación de las praderas comunales, etcétera, le permite aumentar casi sin
costos sus existencias de ganado, al propio tiempo que el ganado le suministra
un abono más abundante para el cultivo del suelo. En el siglo XVI, un elemento
de importancia decisiva se sumó a los anteriores. Los contratos de
arrendamiento se concertaban en ese entonces por períodos largos, a menudo por
99 años. La desvalorización constante de los metales preciosos y por tanto del
dinero, rindió a los arrendatarios frutos de oro. Abatió prescindiendo de todas
las demás circunstancias expuestas anteriormente el nivel de los
salarios. Una fracción de los mismos se incorporó, pues, a la ganancia del
arrendatario. El aumento continuo de los precios del cereal, de la lana, carne,
en suma, de todos los productos agrícolas, engrosó el capital dinerario del
arrendatario sin el concurso de éste, mientras que la renta que dicho
arrendatario tenía que pagar, estaba contractualmente establecida sobre la
base del antiguo valor del dinero 77b En Marx, que reproduce en
inglés la cita de Stafford, "copper", palabra que no parece designar
ningún oficio conocido (en slang del siglo XIX y XX significa
"policía") aunque en las ediciones alemanas modernas se la traduzca
por "Kupferschmied" (calderero, forjador de cobre); en la edición en
inglés de "El capital", "cooper" (tonelero).bis. De
esta suerte, el arrendatario se [931] enriquecía, al propio
tiempo, a costa de sus asalariados y de su terrateniente. Nada tiene de
extraño, pues, que Inglaterra poseyera, a fines del siglo XVI, una clase de
"arrendatarios capitalistas" considerablemente ricos, si se tienen en
cuenta las condiciones imperantes en la época [78]b Medida de superficie variable, según las
regiones y las épocas: de aproximadamente 20 áreas a aproximadamente 50 áreas.
5. Repercusión
de la revolución agrícola sobre la industria. Creación del mercado
interno para el capital industrial
La expropiación y
desahucio de la población rural, intermitentes pero siempre renovados,
suministraban a la industria urbana, como hemos visto, más y más masas de
proletarios totalmente ajenos a las relaciones corporativas, sabia
circunstancia que hace creer al viejo Adam Anderson (no confundir con James
Anderson), en su "Historia del comercio", en una intervención directa
de la Providencia. Hemos de detenernos un instante, aún, para examinar este
elemento de la acumulación originaria. Al enrarecimiento de la población
rural independiente que cultivaba sus propias tierras no sólo correspondía una
condensación del proletariado industrial, tal como Geoffroy Saint-Hilaire
explica la rarefacción de la materia cósmica en un punto por su condensación en
otro [79]. Pese al menor número de sus cultivadores,
el suelo rendía el mismo producto que siempre, o más, porque la revolución en
las relaciones de propiedad de la tierra iba acompañada de métodos de cultivo
perfeccionados, una mayor cooperación, la concentración de los medios de [933] producción,
etcétera, y porque no sólo se obligó a trabajar con mayor intensidad a los
asalariados rurales [80] 81, sino que además el campo
de producción en el que éstos trabajaban para sí mismos se contrajo cada vez
más. Con la parte liberada de la población rural se liberan también,
pues, sus medios alimentarios anteriores. Éstos ahora se transforman
en elemento material del capital variable. El campesino arrojado a los
caminos debe adquirir de su nuevo amo, el capitalista industrial, y bajo la
forma del salario, el valor de esos medios alimentarios. Lo que ocurre con los
medios de subsistencia, sucede también con las materias primas
agrícolas locales destinadas a la industria. Se convierten en
elemento del capital constante. Figurémonos, por ejemplo, a los campesinos
de Westfalia, que en tiempos de Federico II hilaban todos lino, aunque no seda;
una parte de los campesinos fue expropiada violentamente y expulsada de sus
tierras, mientras que la parte restante, en cambio, se transformó en jornaleros
de los grandes arrendatarios. Al mismo tiempo se erigieron grandes hilanderías
y tejedurías de lino, en las que los "liberados" pasaron a trabajar
por salario. El lino tiene exactamente el mismo aspecto de antes. No se ha
modificado en él una sola fibra, pero una nueva alma social ha migrado a su
cuerpo. Ahora forma parte del capital constante del patrón manufacturero.
Antes se dividía entre una gran masa de productores pequeños, que lo cultivaban
incluso por sí mismos y lo hilaban en pequeñas porciones con sus familias;
ahora está concentrado en las manos de un capitalista, que hace hilar y tejer a
otros para él. El trabajo extra gastado en hilar el lino se realizaba antes en
ingresos extras de innumerables familias campesinas o también, en tiempos de
Federico II, en impuestos pour le roi de Prusse [para el rey de
Prusia] [82]. Ahora se realiza en
la ganancia de unos pocos capitalistas. Los husos y telares,
dispersos antes por toda la región, están ahora congregados en unos pocos
cuarteles de trabajo, al igual que los obreros, que la materia prima. Y husos y
telares y materia prima se han convertido, de medios que permitían la
existencia independiente de hilanderos y tejedores, en medios [934] que
permiten comandar a éstos [83] y extraerles trabajo impago. El aspecto
de las grandes manufacturas, como el de las grandes fincas arrendadas, no deja
ver que se componen de muchos pequeños focos de producción, ni que se
han formado gracias a la expropiación de muchos pequeños productores
independientes. Sin embargo, la mirada a la que no guían los preconceptos, no
se deja engañar. En tiempos de Mirabeau, el león de ia revolución, las grandes
manufacturas todavía se denominaban manufactures réunies, talleres
reunidos, del mismo modo que nosotros hablamos de campos reunidos. Dice
Mirabeau: "Sólo se presta atención a las grandes manufacturas, donde
centenares de hombres trabajan bajo el mando de un director y a las que
comúnmente se denomina manufacturas reunidas (manufactures réunies).
Aquellas donde un grandísimo número de obreros trabaja cada uno separadamente,
y cada uno por su propia cuenta, son apenas tenidas en consideración; se las
pone a infinita distancia de las otras. Es un error muy grande, porque sólo las
últimas constituyen un objeto de prosperidad nacional realmente importante...
La fábrica réunida (fabrique réunie) enriquecerá prodigiosamente a uno o dos
empresarios, pero los obreros no serán más que jornaleros mejor o peor pagados,
y no tendrán participación alguna en el bienestar del propietario. En
la fábrica separada (fabrique séparée), por el contrario, nadie se
volverá rico, pero muchos obreros vivirán desahogadamente... El número de los
obreros industriosos y ahorrativos aumentará, porque ellos mismos verán en la
morigeración, en la diligencia, un medio para mejorar esencialmente su
situación, en vez de obtener un pequeño aumento de salarios que nunca podrá
significar algo importante para el futuro y cuyo único resultado será, a lo
sumo, que los hombres vivan un poco mejor, pero siempre al día. Las
manufacturas individuales separadas, en su mayor parte ligadas a la
agricultura practicada en pequeña escala, son las
únicas libres" [84]. La expropiación y [935] desalojo
de una parte de la población rural, no sólo libera y pone a disposición
del capital industrial a los trabajadores, y junto a ellos a sus medios de
subsistencia y su material de trabajo, sino que además crea
el mercado interno 85. El arrendatario vende ahora como
mercancía y masivamente medios de subsistencia y materias primas que antes, en
su mayor parte, eran consumidos como medios directos de subsistencia por sus
productores y elaboradores rurales. Las manufacturas le proporcionan el
mercado. Por otra parte, no sólo se concentran, formando un gran mercado para
el capital industrial, los numerosos clientes dispersos a quienes
aprovisionaban, localmente y al pormenor, numerosos productores pequeños, sino
que una gran parte de los artículos antes producidos en el campo mismo se
convierten en artículos manufacturados, y el campo mismo se transforma en un
mercado para la venta de dichos artículos qq234 Nota idéntica a
la 234 de la 2ª edición; véase aquí p. 935.. De esta manera, paralelamente a la
expropiación [936] de los campesinos que antes cultivaban sus
propias tierras y que ahora se ven divorciados de sus medios de producción,
progresa la destrucción de la industria rural subsidiaria, el proceso
de escisión entre la manufactura y la agricultura rr. No
obstante, el período manufacturero propiamente dicho no produjo una
transformación radical. Recuérdese que la manufactura sólo se apodera muy
fragmentariamente de la producción nacional y se funda siempre en el artesanado
urbano y en la industria subsidiaria doméstico-rural, que constituyen su
amplio trasfondo. Cuando aniquila a esta última bajo determinada forma, en
ramos particulares de los negocios, en ciertos puntos, la vuelve a promover en
otros, porque hasta cierto punto necesita de la misma para la elaboración de la
materia prima. Produce, por consiguiente, una nueva clase de pequeños
campesinos, que cultivan el suelo como ocupación subsidiaria y practican como actividad
principal el trabajo industrial para vender el producto a la manufactura, sea
directamente o por medio del comerciante. Es esta una de las causas,
aunque no la principal, de un fenómeno que al principio desconcierta al
investigador de la historia inglesa. A partir del último tercio del siglo XV
ese estudioso encuentra quejas continuas interrumpidas tan sólo durante ciertos
intervalos sobre la penetración de la economía del capital en el campo y la
aniquilación progresiva del campesinado. Por otra parte, encuentra siempre
de nuevo a ese campesinado, aun cuando en menor número y bajo condiciones
siempre empeoradas [86]. El motivo principal es el siguiente: Inglaterra
es primordialmente ora [937] cultivadora de cereales, ora
criadora de ganado, en períodos alternados, y con estas fluctuaciones que ora
duran más de medio siglo, ora pocos decenios ss, fluctúa el
tamaño de la explotación campesina. Sólo la gran industria proporciona,
con las máquinas, el fundamento constante de la agricultura capitalista,
expropia radicalmente a la inmensa mayoría de la población rural y lleva a
término la escisión entre la agricultura y la industria domésticorural, cuyas
raíces la hilandería y tejeduría arranca 87b En la
versión francesa se agrega aquí: "Pero de esta separación fatal datan el
desarrollo necesario de los poderes colectivos del trabajo y la transformación
de la producción fragmentada, rutinaria, en producción combinada,
científica".. Conquista por primera vez para el capital industrial,
pues, todo el mercado interno.
6. Génesis
del capitalista industrial
La génesis
del capitalista industrial 89 no se produjo de una
manera tan gradual como la del arrendatario. Indudablemente, no pocos pequeños
maestros gremiales, y aun más pequeños artesanos independientes, e incluso
trabajadores asalariados, se transformaron primero en pequeños capitalistas, y
luego, mediante una explotación paulatinamente creciente de trabajo asalariado
y la acumulación consiguiente, en capitalistas sans phrase [sin más
especificación]. Durante la infancia de la producción capitalista solía ocurrir
lo que sucedía durante la infancia del sistema urbano medieval, cuando el
problema consistente en saber cuál de los siervos de la gleba huidos se
convertiría en amo y cuál en sirviente, se resolvía de ordinario por la fecha,
más temprana o más tardía, de su fuga. Con todo, el paso de tortuga inherente a
este método en modo alguno era compatible con las necesidades comerciales del
nuevo mercado mundial, creado por los grandes descubrimientos de fines del
siglo XV. Pero la Edad Media había legado dos formas diferentes
de capital, que maduran en las formaciones económico-sociales más diferentes y
que antes de la era del modo de producción capitalista son consideradas como
capital quand même [en general]: el capital usurario 90c
En la 3ª y 4ª ediciones se agrega: "El autor habría debido decirse que las
revoluciones no se hacen con leyes". 91 y
el capital comercial. El régimen feudal [939] en el campo
y la constitución corporativa en la ciudad, le impedían al capital
dinerario formado por medio de la usura y el comercio transformarse
en capital industrial 92. Esas barreras cayeron al disolverse
las mesnadas feudales y al ser expropiada, y en parte desalojada, la población
rural. La nueva manufactura se asentó en puertos marítimos exportadores o en
puntos de la campaña no sujetos al control del viejo régimen urbano y de su
constitución corporativa. De ahí que en Inglaterra las incorporated
towns tt 93 lucharan encarnizadamente
contra esos nuevos semilleros industriales.
El descubrimiento de
las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización
y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista uu y
saqueo de las Indias Orientales, la transformación de Africa en un coto
reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de
la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos
constituyen factores fundamentales de la acumulación originaria.
Pisándoles los talones, hace su aparición la guerra comercial entre
las naciones europeas, con la redondez de la tierra como escenario. Se inaugura
con el alzamiento de los Países Bajos y su separación de España; adquiere
proporciones ciclópeas en la guerra antijacobina llevada a cabo por
Inglaterra y se prolonga todavía hoy en las vv guerras del
opio contra China, etcétera.
Los diversos factores
de la acumulación originaria se distribuyen ahora, en una secuencia
más o menos cronológica, principalmente entre España, Portugal, Holanda,
Francia e Inglaterra. En Inglaterra, a fines del siglo XVII, se combinan
sistemáticamente en el sistema colonial, en el de la deuda pública,
en el moderno sistema impositivo y el sistema proteccionista.
Estos métodos, como por ejemplo el sistema colonial, se fundan en parte sobre
la violencia más brutal. Pero todos ellos recurren al poder del estado, a la
violencia organizada y concentrada de la sociedad, para fomentar como en un
invernadero el proceso de transformación del modo de producción feudal en modo
de producción capitalista y para abreviar las transiciones. La violencia
es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una
potencia económica.
Del sistema
colonial cristiano dice William Howitt, un hombre que del cristianismo ha
hecho una especialidad: "Los actos de barbarie y los inicuos ultrajes
perpetrados por las razas llamadas cristianas en todas las regiones del mundo y
contra todos los pueblos que pudieron subyugar, no encuentran paralelo en
ninguna era de la historia universal y en ninguna raza, por salvaje e inculta,
despiadada e impúdica que ésta fuera". La historia de la administración
colonial holandesa y Holanda era la nación capitalista modelo del siglo XVII
"expone ante nuestros ojos un cuadro insuperable de traiciones, sobornos,
asesinatos e infamias". Nada es más característico que su sistema de robo
de hombres, aplicado en Célebes para explotarlos como esclavos en Java. Se
adiestraba con este objetivo a los ladrones de hombres. El ladrón, el
intérprete y el vendedor eran los principales agentes en este negocio;
príncipes nativos, los principales vendedores. Se mantenía escondidos en
prisiones secretas de Célebes a los jóvenes secuestrados, hasta que,
suficientemente maduros, se los pudiera despachar en los barcos de esclavos. Un
informe oficial dice: [941] "Esta ciudad de Macasar, por
ejemplo, está llena de prisiones secretas, cada una más horrenda que la otra,
atestadas de infortunados, víctimas de la codicia y la tiranía, cargados de
cadenas, arrancados de sus familias a viva fuerza". Para apoderarse de
Malaca, los holandese sobornaron al gobernador portugués. Éste, en 1641, los
dejó entrar a la ciudad. Los atacantes volaron hacia la casa del gobernador y
lo asesinaron, para "abstenerse" de pagarle las [sterling] 21.875 que
le habían prometido. Donde asentaban la planta, los seguían la devastación y la
despoblación. Baniuuangui, una provincia de Java, contaba en 1750 más de 80.000
habitantes, en 1811 apenas eran 8.000. [exclamdown] He aquí el doux
commerce [dulce comercio]!
Es sabido que
la Compañía Inglesa de las Indias Orientales obtuvo, además de la
dominación política en la India, el monopolio exclusivo del comercio del té,
así como del comercio chino en general, y del transporte de bienes desde Europa
y hacia este continente. Pero la navegación de cabotaje en la India y entre las
islas, así como el comercio interno de la India, se convirtió en monopolio de
los altos funcionarios de la compañía. Los monopolios de la sal, del opio, del
betel y de otras mercancías eran minas inagotables de riqueza. Los funcionarios
mismos fijaban los precios y expoliaban a su antojo al infeliz hindú. El
gobernador general participaba en ese comercio privado. Sus favoritos obtenían
contratos bajo condiciones mediante las cuales ellos, más astutos que los
alquimistas, hacían oro de la nada. Grandes fortunas brotaban como
los hongos, de un día para otro, la acumulación
originaria se efectuaba sin necesidad de adelantar un chelín. El proceso
contra Warren Hastings está cuajado de tales ejemplos. He aquí un caso. Se
adjudica un contrato de suministro de opio a un tal Sullivan aunque estaba por
partir en misión oficial a una región de la India muy distante de los distritos
del opio. Sullivan vende su contrato por [sterling] 40.000 a un tal Binn, Binn
lo vende el mismo día por [sterling] 60.000, y el último comprador y ejecutor
del contrato declara que, después de todo eso, obtuvo enormes ganancias. Según
una lista sometida a la consideración del parlamento, la compañía y sus
funcionarios se hicieron regalar por los indios, de 1757 a 1766,
[exclamdown]seis millones de libras esterlinas! Entre 1769 y 1770 los ingleses
fabricaron una hambruna, acaparando todo el arroz y negándose a revenderlo
a no ser por precios fabulosos.
El trato dado a los
aborígenes alcanzaba los niveles más vesánicos, desde luego, en las
plantaciones destinadas exclusivamente al comercio de exportación, como las
Indias Occidentales, y en los países ricos y densamente poblados, entregados al
saqueo y el cuchillo, como México y las Indias Orientales. Pero tampoco en las
colonias propiamente dichas se desmentía el carácter cristiano de
la acumulación originaria. Esos austeros "virtuosos" del
protestantismo, los puritanos, establecieron en 1703, por acuerdo de
su assembly, un premio de [sterling] 40 por cada cuero cabelludo de indio
y por cada piel roja capturadó; en 1720, un premio de [100 por cuero cabelludo,
y en 1744, después que la Massachusetts Bay hubo declarado rebelde a cierta
tribu, fijaron los siguientes precios: por escalpo de varón de 12 años o más, 100
de nuevo curso; por prisioneros varones, 105; por mujeres y niños tomados
prisioneros, 55; por cuero cabelludo de mujeres y niños, 50. Algunos
decenios después, el sistema colonial se vengó en la descendencia, que en el
ínterin se había vuelto rebelde, de los piadosos pilgrim
fathers [padres peregrinos]. Fueron tomahauqueados por agentes a
los que Inglaterra instigaba y pagaba. El parlamento británico declaró que los
sabuesos y el escalpado eran "medios que Dios y la naturaleza han puesto
en sus manos".
El sistema colonial
hizo madurar, como plantas de invernadero, el comercio y la navegación. Las
"sociedades Monopolia" (Lutero) constituían poderosas palancas de la
concentración de capitales. La colonia aseguraba a las manufacturas en ascenso
un mercado donde colocar sus productos y una acumulación potenciada por el
monopolio del mercado. Los tesoros expoliados fuera de Europa directamente por
el saqueo, por la esclavización y las matanzas con rapiñas, refluían a la
metrópoli y se transformaban allí en capital. Holanda, la primera en
desarrollar plenamente el sistema colonial, había alcanzado ya en 1648 el cenit
de su grandeza comercial. Se hallaba "en posesión casi exclusiva del
comercio con las Indias Orientales y del tráfico entre el sudoeste y el
nordeste europeos. Sus pesquerías, sus flotas, sus manufacturas, sobrepujaban a
las de cualquier otro país. Los capitales de la república eran tal vez más
considerables que los de todo el resto de Europa". Gülich se olvidó de
agregar: la masa del pueblo holandés estaba ya en 1648 más recargada de trabajo
y empobrecida, más brutalmente oprimida, que las masas populares de todo el
resto de Europa.
El sistema colonial
arrojó de un solo golpe todos los viejos ídolos por la borda. Proclamó la
producción de plusvalor como el fin último y único de la humanidad. Aquel sistema fue la cuna de los sistemas modernos de la deuda pública
y del crédito.
El extraordinario
papel desempeñado por el sistema de la deuda pública y por el moderno sistema
impositivo en la transformación de la riqueza social en capital, en la
expropiación de productores autónomos y en la opresión de los asalariados, ha
inducido a no pocos escritores como William Cobbett, Doubleday, etcétera a ver
erróneamente en dichos sistemas el motivo de toda la miseria popular
moderna yy243bis2 "Si los tártaros invadieran hoy a
Europa, costaría muchos esfuerzos hacerles entender qué es, entre nosotros, un
financista." (Montesquieu, "Esprit des lois", t. IV, p. 33, ed.
de Londres, 1769.) 100101. Con la deuda pública surgió un [944] sistema
crediticio internacional, que a menudo encubría una de las fuentes de
la acumulación originaria en un país [945] determinado.
Por ejemplo zz, las ruindades del sistema veneciano de rapiña
constituían uno de esos fundamentos ocultos de la riqueza de capitales de
Holanda, a la cual la Venecia en decadencia prestaba grandes sumas de dinero.
Otro tanto ocurre entre Holanda e Inglaterra. Ya a comienzos del siglo XVIII
las manufacturas holandesas han sido ampliamente sobrepujadas y el país ha
cesado de ser la nación industrial y comercial dominante. Uno de sus negocios
principales, entre 1701 y 1776, fue el préstamo de enormes capitales,
especialmente a su poderosa competidora Inglaterra. Un caso análogo lo
constituye hoy la relación entre Inglaterra y Estados Unidos. No pocos
capitales que ingresan actualmente a Estados Unidos sin partida de nacimiento,
son sangre de niños recién ayer capitalizada en Inglaterra "La gran
parte que toca a la deuda pública, así como al sistema fiscal correspondiente,
en la capitalización de la riqueza y la expropiación de las masas, ha inducido
a una serie de escritores como Cobbett, Doubleday y otros a buscar erróneamente
en aquélla la causa fundamental de la miseia de los pueblos modernos.".
El sistema
proteccionista era un medio artificial de fabricar fabricantes, de
expropiar trabajadores independientes, de capitalizar los medios de produccion
y de subsistencia nacionales, de abreviar por la violencia la transición entre
el modo de producción antiguo y el moderno. Los estados europeos se disputaron
con furor la patente de este invento, y una vez que hubieron entrado al
servicio de los fabricantes de plusvalor, no sólo esquilmaron al propio pueblo
indirectamente con los aranceles protectores, directamente con primas a la
exportación, etcétera para alcanzar ese objetivo, sino que en los países
contiguos dependientes extirparon por la violencia toda industria, como hizo
Inglaterra, por ejemplo, en el caso de la manufactura lanera irlandesa. En el
continente europeo, siguiendo el método de Colbert, el proceso se había
simplificado considerablemente. Aquí, parte del capital originario del
industrial fluía directamente del erario público. "¿Por qué", exclama
Mirabeau, "ir a buscar tan lejos la causa del auge manufacturero de
Sajonia antes de la Guerra de los Siete Años? [exclamdown]180 millones de
deudas públicas!".
Sistema colonial,
deudas públicas, impuestos abrumadores, proteccionismo, guerras comerciales,
etcétera; estos vástagos del período manufacturero propiamente dicho
experimentaron un crecimiento gigantesco durante la infancia de la gran
industria. El nacimiento de esta última fue celebrado con el gran robo
herodiano de los inocentes. Sir Francis Morton Eden, tan impasible ante las
crueldades que conlleva la expropiación de la población rural, a la que se
despoja de sus tierras desde el último tercio del siglo XV hasta los tiempos de
ese autor, a fines del siglo XVIII; que con tanta complacencia se congratula
por ese proceso, "necesario" para establecer la agricultura
capitalista y "la debida proporción entre las tierras de labor y las
pasturas", no da pruebas de la misma perspicacia económica, por el
contrario, en lo que respecta a la necesidad del robo de niños y de la
esclavitud infantil para transformar la industria manufacturera en fabril
y para establecer la debida proporción entre el capital y la fuerza de
trabajo. Afirma Eden: "Quizás merezca la atención del público la
consideración de si una manufactura cualquiera que, para ser operada con éxito,
requiere que se saqueen cottages y workhouses en busca de
niños pobres, con el objeto de hacerlos trabajar durísimamente, por turnos,
durante la mayor parte de la noche, robándoles el reposo [...]; de si una
manufactura que, además, mezcla montones de individuos de uno u otro sexo, de
diversas edades e inclinaciones, de tal manera que el contagio del ejemplo
tiene necesariamente que empujar a la depravación y la vida licenciosa; de si
tal manufactura puede acrecentar la suma de la felicidad individual y
nacional". "En Derbyshire, Nottinghamshire y particularmente en
Lancashire", dice Fielden, "la maquinaria recién inventada se empleó
en grandes fábricas construidas junto a corrientes de agua capaces de mover la
rueda hidráulica. En esos lugares, alejados de las ciudades, súbitamente se
necesitaron miles de brazos, y especialmente Lancashire hasta esa época
relativamente poco poblado e improductivo requirió ante todo una población. Lo
que más se necesitaba era dedos pequeños y ágiles [...]. Súbitamente surgió
la costumbre de conseguir aprendices (!) en los diversos
hospicios parroquiales de Londres, Birmingham y otros lugares. De esta manera
se despacharon hacia el norte muchísimos miles de esas criaturitas
desamparadas, cuyas edades oscilaban entre los 7 y los 13 ó 14 años. Lo
habitual era que el patrón" (esto es, el ladrón de niños)
"vistiera, alimentara y alojara a sus aprendices en una casa, destinada a
ese fin, cerca de la fábrica. Se designaban capatacespara vigilar el
trabajo de los niños. El interés de estos capataces de esclavos consistía en
sobrecargar de trabajo a los chicos, ya que la paga de los primeros estaba en
relación con la cantidad de producto que se pudiera arrancar a los segundos. La
crueldad, por supuesto, era la consecuencia natural... En muchos distritos
fabriles, particularmente [...] de Lancashire, esas criaturas inocentes y
desvalidas, consignadas a los patrones de fábricas, eran sometidas a las
torturas más atroces. Se las atormentaba hasta la muerte con el exceso de trabajo...
se las azotaba, encadenaba y torturaba con los más exquisitos refinamientos de
crueldad; [...] en muchos casos, esqueléticas a fuerza de privaciones, el
látigo las mantenía en su lugar de trabajo... [exclamdown] Y hasta en algunos
casos [...], se las empujaba al suicidio!... Los hermosos y románticos valles
de Derbyshire, Nottinghamshire y Lancashire, ocultos a las miradas del público,
se convirtieron en lúgubres páramos de la tortura, y a menudo del asesinato!...
Las ganancias de los fabricantes eran enorme. Pero eso mismo no hizo más que
acicatear su hambre rabiosa, propia de ogros. Comenzaron con la práctica del
trabajo nocturno, esto es, después de dejar entumecidos por el trabajo diurno a
un grupo de obreros, tenían pronto otro grupo para el trabajo nocturno, los del
turno diurno ocupaban las camas recién abandonadas por el grupo nocturno, y
viceversa. Es tradición popular en Lancashire que las camas nunca se
enfriaban"
Con el desarrollo de
la producción capitalista durante el período manufacturero, la opinión pública
de Europa perdió los últimos restos de pudor y de conciencia. Las naciones se
jactaban cínicamente de toda infamia que constituyera un medio para la
acumulación de capital. Léanse, por ejemplo, los ingenuos anales comerciales del
benemérito Anderson. En ellos se celebra con bombos y platillos, como triunfo
de la sabiduría política de Inglaterra, el que e6n la paz de Utrecht ese país
arrancara a los españoles, por el tratado de asiento [107], el privilegio de poder practicar también
entre Africa y la América española la trata de negros, que hasta entonces sólo
efectuaba entre Africa y las Indias Occidentales inglesas. Inglaterra obtuvo el
derecho de suministrar a la América española, hasta 1743, 4.800 negros por año.
Tal tráfico, a la vez, daba cobertura oficial al contrabando británico.
Liverpool creció considerablemente gracias a la trata. Ésta
constituyó su método de acumulación originaria. Y hasta el día
de hoy la "respetabilidad" liverpulense es el Píndaro de la trata, la
cual véase la citada obra del doctor Aikin, publicada en 1795 "exalta
hasta la pasión el espíritu comercial y de empresa, forma famosos navegantes y
rinde enormes ganancias" [108]. Liverpool dedicaba a la trata, en 1730, 15
barcos; en 1751, 53; en 1760, 74; en 1770, 96, y en 1792, 132.
Al mismo tiempo que
introducía la esclavitud infantil en Inglaterra, la industria algodonera daba
el impulso para la transformación de la economía esclavista más o menos
patriarcal de Estados Unidos en un sistema comercial de explotación. En
general, la esclavitud disfrazada de los asalariados en Europa exigía, a modo
de pedestal, la esclavitud sans phrase [desembozada] en el Nuevo
Mundo.
Tantæ molis
erat [tantos esfuerzos se requirieron] para asistir al parto de
las "leyes naturales eternas" que rigen al modo capitalista de
producción, para consumar el proceso de escisión entre los trabajadores y las
condiciones de trabajo, transformando, en uno de los polos, los medios de
producción y de subsistencia sociales en capital, y en el polo opuesto la masa
del pueblo en asalariados, en "pobres laboriosos" libres,
ese producto artificial de la historia moderna 111. Si el
dinero, como dice Augier, "viene al mundo con manchas de sangre en una
mejilla", el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos
los poros, desde la cabeza hasta los pies.
7. Tendencia
histórica de la acumulación capitalista
¿En qué se resuelve
la acumulación originaria del capital, esto es, su génesis histórica? En tanto
no es transformación directa de esclavos y siervos de la gleba en asalariados,
o sea mero cambio de forma, no significa más que la expropiacion del
productor directo, esto es, la disolución de la propiedad privada
fundada en el trabajo propio ddd. La propiedad privada del
trabajador sobre sus medios de producción es el fundamento de la pequeña
industria, y la pequeña industria es una condición necesaria para el desarrollo
de la producción social y de la libre individualidad del trabajador mismo.
Ciertamente, este modo de producción existe también dentro de la esclavitud, de
la servidumbre de la gleba y de otras relaciones de dependencia. Pero sólo
florece, sólo libera toda su energía, sólo conquista la forma clásica adecuada,
allí donde el trabajador es propietario privado libre de sus condiciones
de trabajo, manejadas por él mismo: el campesino, de la tierra que cultiva; el
artesano, del instrumento que manipula como un virtuoso.
Este modo de
producción supone el parcelamiento del suelo y de los demás medios de
producción. Excluye la concentración de éstos, y también la
cooperación, la división del trabajo dentro de los mismos procesos de
producción, el control y la regulación sociales de la naturaleza, el desarrollo
libre de las fuerzas productivas sociales. Sólo es compatible
con límites estrechos, espontáneos, naturales, de la producción y de la
sociedad. Al alcanzar cierto grado de su desarrollo, genera los medios
materiales de su propia destrucción. A partir de ese instante, en las entrañas
de la sociedad se agitan fuerzas y pasiones que se sienten trabadas por ese
modo de producción. Éste debe ser aniquilado, y se lo aniquila. Su
aniquilamiento, la transformación de los medios de producción individuales
y dispersos en socialmente concentrados, y por consiguiente la conversión de la
propiedad raquítica de muchos en propiedad masiva de unos pocos, y por tanto la
expropiación que despoja de la tierra y de los medios de subsistencia e
instrumentos de trabajo a la gran masa del pueblo,
esa expropiación terrible y dificultosa de las masas populares,
constituye la prehistoria del capital. Comprende una serie de métodos
violentos, de los cuales hemos pasado revista sólo a aquellos que hicieron
época como métodos de la acumulación originaria del capital. La
expropiación de los productores directos se lleva a cabo con el vandalismo más
despiadado y bajo el impulso de las pasiones más infames, sucias y
mezquinamente odiosas. La propiedad privada erigida a fuerza de trabajo
propio; fundada, por así decirlo, en la consustanciación entre
el individuo laborante independiente, aislado, y sus condiciones
de trabajo, es desplazada por la propiedad privada capitalista, que reposa
en la explotación de trabajo ajeno, aunque formalmente libre. No bien
ese proceso de transformación ha descompuesto suficientemente, en
profundidad y en extensión, la vieja sociedad; no bien los trabajadores se han
convertido en proletarios y sus condiciones de
trabajo en capital; no bien el modo de producción capitalista puede
andar ya sin andaderas, asumen una nueva forma la socialización ulterior del
trabajo y la transformación ulterior de la tierra y de otros medios de
producción en medios de producción socialmente explotados, y por ende
en medios de producción colectivos, y asume también una nueva forma,
por consiguiente, la exproplación ulterior de los
propietarios privados. El que debe ahora ser expropiado no es ya el trabajador
que labora por su propia cuenta, sino el capitalista que explota a muchos
trabajadores. Esta expropiación se lleva a cabo por medio de la
acción de las propias leyes inmanentes de la producción capitalista, por
medio de la concentración de los capitales. Cada capitalista liquida
a otros muchos. Paralelamente a esta concentración, o a la expropiación de
muchos capitalistas por pocos, se desarrollan en escala cada vez más amplia la
forma cooperativa del proceso laboral, la aplicación
tecnológica consciente de la ciencia, la explotación colectiva planificada
de la tierra, la transformación de los medios de trabajo en medios de trabajo
que sólo son utilizables colectivamente, la economización de todos los medios
de producción gracias a su uso como medios de producción colectivos del
trabajo social, combinado iii. Con la disminución constante en
el número de los magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todas las
ventajas de este proceso de trastocamiento, se acrecienta la masa de la
miseria, de la opresión, de la servidumbre, de la degeneración, de la
explotación, pero se acrecienta también la rebeldía de la clase obrera, una
clase cuyo número aumenta de manera constante y que es disciplinada, unida y
organizada por el mecanismo mismo del proceso capitalista de producción.
El monopolio ejercido por el capital se convierte en traba del modo de
producción que ha florecido con él y bajo él. La concentración fff de
los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en
que son incompatibles con su corteza capitalista. Se la hace saltar. Suena
la hora postrera de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores
son expropiados.
El modo capitalista
de producción y de apropiación jjj, y por tanto
la propiedad privada capitalista, es la primera negación
de la propiedad privada individual, fundada en el trabajo propio. La
negación de la producción capitalista se produce por sí misma, con la necesidad
de un proceso natural. Es la negación de la negación. Ésta restaura
la propiedad individual, pero sobre el fundamento de la conquista
alcanzada por la era capitalista: la cooperación de trabajadores libres y
su propiedad colectiva sobre la tierra y sobre los medios de producción
producidos por el trabajo mismo.
La transformación de
la propiedad privada fragmentaria, fundada sobre el trabajo personal de los
individuos, en propiedad privada capitalista es, naturalmente, un
proceso incomparablemente más prolongado, más duro y dificultoso, que la
transformación de la propiedad capitalista, de hecho fundada ya sobre el manejo
social de la producción, en propiedad social. En aquel caso se trataba de
la expropiación de la masa del pueblo por unos pocos usurpadores; aquí se trata
de la expropiación de unos pocos usurpadores por la masa del pueblo
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