Jorge Basadre. "El Estado empírico y el abismo social"

 













Jorge Basadre en 1947
(Retrato de Fernando de Szyszlo Valdelomar)

El Estado empírico y el abismo social
Escribe: Jorge Basadre
(Basadre 1968-70, VIII: 61-62)

El Perú iba a ser el país atacado e invadido en esta guerra [la Guerra del Salitre] y, por consiguiente, el que más severamente debía afrontar su prueba. Para no poder resistir las tensiones a ella inherentes tenía dos fallas esenciales que, si continúan existiendo, pueden llevarlo a nuevas catástrofes frente a las grandes pruebas del futuro: la supervivencia del Estado empírico y la del abismo social.

El Estado empírico

El Estado empírico quiere decir el Estado inauténtico, frágil, corroído por impurezas y por anomalías. Es el Estado con un Presidente inestable, con elecciones a veces amañadas, con un Congreso de origen discutible y poco eficaz en su acción, con democracia falsa.

Estado empírico quiere decir, asimismo, que en él no abundan como debieran las gentes capaces y bien preparadas para la función que les corresponde ejercer en la administración y que no hay garantías para for­mar esos cuadros o para permitirles actuar.

Estado empírico hasta llegar a lo increíble era el que había despilfarrado millones locamente en la época de las consignaciones y luego en la época de los grandes empréstitos para desembocar en la bancarrota.

Estado empírico era el que carecía de institutos armados medianamente organizados, de mandos competentes, oficialidad bien formada, tropa debidamente atendida, equipo moderno, servicios de administración eficientes.

Si no se hubiera abusado del crédito externo y si el aparato presupuestal hubiese sido medianamente aceptable, se habrían conseguido los barcos y las armas que en vano se buscaron a última hora en el extranjero. Si los jefes militares hubiesen tenido la experiencia profesional y técnica que poseía buena parte de los jefes navales, no habrían existido los graves errores del comando en Pisagua, San Francisco, San Juan y Miraflores.

Es un símbolo el siguiente dato del historiador Paz Sol­dán: “El Estado Mayor peruano era depósito de los jefes y oficiales del deshecho del ejército”. Y adquiere también valor profundo la anécdota que Barros Arana cuenta: después de la batalla de Tarapacá los oficiales peruanos hurgaban ansiosamente en los bolsillos de sus adversarios muertos, para buscar los planos y mapas que les eran indispensables en su marcha por ese territorio que era del Perú.

El abismo social

El Estado era empírico y reposaba sobre un abismo social: he aquí, en una frase, la explicación del desastre. La despreocupación de la época republicana por el problema indígena originó la ausencia de una mística nacional en esa masa, a pesar de las grandes pruebas de abnegación dadas por vastos sectores de ella.

En suma, el peruano del siglo XIX no había tecnificado el aparato estatal ni había abordado el problema humano del Perú y en ese sentido sí cabe responsabilidad a quienes lo gobernaron desde la Independencia. La derrota, la ocupación, el aniquilamiento de la riqueza pública y privada, la amputación de la heredad nacional vinieron a ser una expiación.

Fuente

Basadre, Jorge. 1968-70. Historia de la República del Perú. 6ta. Ed., Tomo VIII, Lima: Editorial Universitaria.




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